El mono y el monstruo
Todas las aficiones pagan al contado. El jugador acierta y cobra en aplausos al momento. El jugador falla y cobra en silbidos. También al momento.Cada insulto, cada grito, cada pitido del público ajeno lleva implícita una justicia inversa: si te agreden es porque eres bueno, porque te temen. Esa ilógica es la implacable lógica del enemigo y está registrada en el código de conducta más elemental del hincha de cualquier parte. Apunta al ánimo del adversario pero sólo hace diana en los pobres de carácter. El futbolista inteligente reconvierte esa basura en alimento y no sólo se fortalece (por la importancia que le otorgan), sino que utiliza esa energía como un arma táctica más. Razón: Hugo Sánchez.
La relación que el jugador tiene con su propio público es más sincera pero igual de pasional. En fútbol no hay veredicto más hermoso ni más hiriente que el dictado por nuestra afición. Es que en el fondo de todo superprofesional habita un alma colegial que juega, sobre todo, para el aplauso; como cuando jugábamos para ganar la mirada tierna de la más linda de la clase. El mono que fuimos, y que todavía está, necesita del mimo más que del oro. Aunque hay, claro está, unos que son más monos que otros.
También los públicos terminan por definir su personalidad en razón de la historia del equipo al que le entregan su entusiasmo y de la ciudad a la que ese equipo le da su orgullo deportivo.
Siempre me gustó definir a la afición como un monstruo de 100.000 cabezas. Aunque hay, claro está, unas que son más monstruosas que otras.
Sensibilidad y orgullo
Con Michel y el madridismo se juntó el hambre con las ganas de comer; el mono sensible y responsable hasta la angustia con el monstruo orgulloso y exigente. Puedo decir, con cierto derecho, aquello que José Martí escribió sobre otra cosa: "Yo viví en el monstruo y conozco sus entrañas".
Uwe Rahn era jugador del Borussia Moenchengladbach cuando sufrió el martirio de una inolvidable noche europea en la que llegó al Santiago Bernabéu con un 5 a 1 a su favor y se volvió a Alemania eliminado (4 a 0 mediante). En su país encontró estas palabras para definir lo inexplicable: "Allí el balón nunca sale del campo: despejas con toda tu alma y el saque de banda lo efectúa... un aficionado".
Puskas vio a esa misma afición desde la acera de Michel, desde la camiseta blanca, y se supone que no debía estar contento cuando dijo aquello de .que el público del Real Madrid no grita porque tiene la boca llena".
Estas dos frases condensan el vicio y la virtud de una afición con doble vida, tan capaz de convertirse en un poderoso jugador número 12 como de dejar con 10 a su equipo porque uno de sus mejores hombres "harto ya de estar harto" decide desertar a paso lento.
El último domingo, en el minuto 44 del primer tiempo, el miedo escénico se dio vuelta como un calcetín hasta alcanzar efectos autodestructivos. El día estaba señalado como fiesta de campeón pero a Michel no dejaron de perseguirle algunos silbidos.
Michel se preguntó, con dolor, que si no lo querían en aquellas horas, cuando... Sabía, desde hacía mucho tiempo, que el cliente siempre tiene razón, aún en tarde de festejo. Y se sintió más mono que profesional. Y se sintió cansado. Y se fue a buscar un sitio donde lo quieran mejor.
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