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El primer mitin de ETA

La proximidad de las elecciones al Parlamento Europeo ha aportado nuevos datos sobre el estado de salud de la política vasca, fundamentalmente en cuanto al elemento distorsionador que es la violencia armada y las violencias civiles. Un dato es la inauguración de la campaña electoral con un atentado que puede calificarse de salvaje cuando parecía apuntarse una tregua; el otro, la recuperación del victimismo. Rotas las conversaciones, iniciada una campaña de atentados, con unos días de calma preelectoral, las elecciones han devuelto su protagonismo a la brutalidad del mensaje etarra; que es el que tienen que distribuir por España los candidatos de Herri Batasuna. El atentado no se sabe si tendrá continuidad, porque la lógica no basta para seguir el hilo de las decisiones criminales. Ningún ciudadano que sale a la calle una noche cualquiera en una gran ciudad puede calcular lo que es posible que le suceda en cada esquina; no tiene la lógica del agresor. Con la violencia etarra sucede algo aproximadamente igual, aunque peor. La mentalidad civil, alejada de las connotaciones y compulsiones militaristas, no puede llegar a entender la lógica de las bandas armadas porque de hacerlo no tendría una mentalidad civil, sino que se movería, en el mejor de los casos, en un territorio fronterizo; que es lo que sucede algunos dirigentes del entorno político de ETA, que entienden la violencia porque parten de unos supuestos que permiten aceptar y comprender que alguien sea asesinado de un tiro en la nuca para conseguir la proclamación de un derecho, no necesariamente para utilizarlo de inmediato. Que viene a ser lo que ahora se dice respecto a la autodeterminación y la independencia. Quien entiende la lógica del asesino tiene ya mucho avanzado para serlo.La proximidad de las elecciones -las campañas previas a la precampaña que desemboca en una campaña que encuentra al ciudadano harto de ofertas y ahíto de mensajes- parecía que iba a estar acompañada del silencio de las armas. Silencio previsible porque en la carta cogida por la policía al comando Éibar se advertía: "No hay que hacer víctimas inocentes, y sobre todo no meter la pata, pues junio está a la vuelta de la esquina y las europeas nos interesan". Y en ese azar vivíamos hasta el reciente atentado que o cambia la orden o es una metedura de pata, pues las tres víctimas son inocentes. La violencia se manifestó con fuerza inmediatamente después de la ruptura de las conversaciones, porque era necesario demostrar que la organización estaba fuerte y podía responder de una manera o de otra. De una manera vaga y un tanto retórica en la mesa de Argel y de una manera clara, concisa y directa con las metralletas y los explosivos, que son el único lenguaje en el que no tartamudea. La continuación de Argel estaba explicada en unas declaraciones de Idígoras: "Una mesa de ampliación política de la mesa de conversaciones en el camino de la negociación". Lo que recuerda el gran texto teórico que ha iluminado el pensamiento europeo en los dos últimos siglos: "Tres tigres comiendo trigo en un trigal". Pero esta afirmación y otras similares tienen detrás el intento de que pasadas las elecciones se reabran las conversaciones; que son una excelente publicidad, entre otras cosas. Su mensaje es que se va a volver a desempolvar la mesa de Argel; ahí o trasladando el mobiliario pacificador a otra ciudad, pero que se va a continuar. Y el atentado tanto puede ser un elemento más para forzar ese diálogo inútil, como un error.

Porque en las elecciones el mensaje de Herri Batasuna intenta ser eminentemente pacificador. La presentación por las ciudades españolas de la candidatura vasca quería ir rodeada de un halo de bondades: la liberación de los oprimidos, la libertad de los pueblos, la victoria de los desposeídos y otras esperanzas que pueden calar perfectamente en un electorado harto de pobreza, de escándalos, de un reparto poco justo de los bienes y que acepta -o quizá necesita- iluminaciones mesiánicas a falta de programas coherentes. Frente a la Europa de los empresarios hay que levantar la Europa de los trabajadores, frente a la Europa de los opresores es necesario construir la Europa de los oprimidos, es un mensaje vivo y sugerente. E incluso un votante de Sevilla puede llegar a creer que Herri Batasuna logre algo en ese camino, aunque su mensaje real sea antieuropeo; pero ahora tendrá que explicar también la muerte de algunos cuyas familias quizá les esté escuchando.

Pero Herri Batasuna no puede aparecer como agresora, sino como la gran víctima. Y esa es la segunda consecuencia de las elecciones; Herri Batasuna tiene que recuperjar el victimismo. El acuerdo para la pacificación de Euskadi, que constituyó el bloque democrático en el llamado Pacto de Ajuria Enea, del que solamente quedó fuera Herri Batasuna, ha dolido mucho a la coalición. Y todavía le duele. El tiempo va explicando y ampliando las victorias de la democracia que supuso el pacto y la posterior manifestación, porque además desapareció la imagen de víctima de Herri Batasuna, quedando sólo su agresividad pública, su participación en la toma de algunos pueblos, barrios y calles, su responsabilidad en la imposibilidad de celebrar algunos plenos municipales mediante la interrupción sistemática.

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Por España no podía viajar con la maleta cargada de insultos y descalificaciones a los demócratas, tiene que llevar también la imagen de perseguidos por todo el mundo. Y aparecieron unas dudosas agresiones de los GAL -que lo mismo sirven para un barrido que para un fregado- que han servido para convocar unas manifestaciones, no muy seguidas, contra las agresiones que sufren los militantes y simpatizantes de HB y corear el lema de los del pacto son los agresores; en un intento de dar la vuelta a la realidad. Los demócratas son los agresores o enotibridores, y ellos, las víctimas, una vez más y como siempre. Y así, los mismos que se habían tomado con gran frialdad tragedias como las matanzas de Hipercor y Zaragoza, los asesinatos por la espalda, los tiros en la nuca a jubilados, las torturas de los secuestros, temblaban de piedad por quienes habían sido marcados por una hoja de afeitar. Agresión intolerable, pero que está muy por detrás en la escala de la barbarie de las bombas, tiros, torturas y todo lo demás practicado por ETA y acogido por Herri Batasuna, por lo menos, con el silencio.

Así se plantean las elecciones ETA y sus amigos. Parecía posible que todo transcurriera en paz, que no hubiera muertes, que se detuvieran las bombas y que de aquí al 15 de junio todo fuera bien. Pero que vaya bien o mal no es más que un azar. Porque dependemos, además de las decisiones, de que algún comando no meta la pata. Y es terrible que un país dependa de una pata. ETA, que pide el voto para Herri Batasuna -o quizá sea a la inversa-, ha inaugurado la campaña electoral a su manera.

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