Un solitario

El baloncesto en el Real Madrid tiene una estructura muy peculiar, cual es que carece de toda estructura. La situación ha alcanzado cotas insospechadas en esta final de la liga cuando el presidente del club, Ramón Mendoza, que llegó hace unos meses a autocalificarse como "superdelegado de la sección", ha estado ausente del palco en los dos partidos disputados en Madrid, ausencia considerada como muy significativa.En tiempos cercanos, el Madrid ha llegado a tener hasta tres delegados: Pedro Antonio Martín, Mariano Jaquotot, actual vicepresidente del club, y Pedro Ferrándiz. En ninguno de estos casos, el delegado negó a contar con autonomía suficiente para poder funcionar adecuadamente. De hecho, bajo el mandato de Ferrándiz se produjeron las situaciones más caóticas, puesto que fichó jugadores sin conocimiento del entrenador, consiguió la animadversión personal de toda la plantilla y hasta trató de reforzar su posición gestionando un gran fichaje, el del yugoslavo Vrankovic. Finalmente, Ferrándiz perdió la confianza de Mendoza y el fichaje de Vrankovic fue inmediatamente deshecho.
En medio, sin molestar, estaba siempre Lolo Sainz.
Sainz ha sido un técnico cómodo para un club como el Madrid, en el que las sucesivas juntas directivas han estado compuestas por hombres a quienes sólo les interesa el fútbol. El baloncesto, simplemente, daba éxitos y, a veces, tapaba los fracasos futbolísticos, sobre todo en la etapa de Luis de Carlos. Y Sainz era un entrenador leal, que no protestaba y que contaba con el apoyo de sus jugadores.
Pero la situación ha cambiado algo. La estructura sigue sin existir, pero el club entiende que ha puesto en manos de Sainz un equipo que cuesta 330 millones de pesetas anuales en salarios, pierde 200 millones y lleva tres temporadas sin ganar la Liga. Y ahora todos quieren la cabeza del técnico, un hombre solitario que no logró granjearse apoyos.
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