Los interrogantes del CDS
La alcaldía de Madrid es, desde luego, muy importante. Pero o mucho me equivoco o el CDS va a pagar por ella un precio altísimo y va a poner en peligro su propia subsistencia como partido.La línea seguida hasta ahora por el CDS era muy sencilla, pero le resultaba bastante rentable. Primero, porque evitaba pronunciarse sobre los problemas más conflictivos del país y, por consiguiente, no se comprometía ni quemaba por sus opciones; segundo, porque, aunque se presentaba siempre como la alternativa de gobierno, dejaba abiertas todas sus posibilidades de alianzas y, por consiguiente, aparecía en realidad como un partido bisagra que podía contribuir a formar mayorías plurales. Tercero porque se había mantenido como un partido claramente diferenciado del PP. Y cuarto, porque, a pesar de su debilidad organizativa y su rudimentaria estructura, tenía un líder populista y buen comunicador, prestigiado por su papel en los primeros momentos de la transición a la democracia.
Pero ahora, súbitamente, ha cambiado de línea. Las razones del cambio no están claras, pero a mí se me ocurren algunas. La primera es que el CDS interpretó la huelga del 14 de diciembre como la posibilidad de asestar un duro golpe al PSOE y de quitarle terreno al PP, y, por consiguiente, Suárez intentó aparecer como el líder político del movimiento huelguístico. Sin embargo, pronto pudo comprobar que no sólo no lo conseguiría, sino que corría el riesgo de quedarse totalmente aislado, especialmente después del debate sobre el estado de la nación en -el Congreso de los Diputados. Supongo que Suárez pensó que para superar este riesgo de aislamiento se requería una maniobra audaz. Y la maniobra audaz fue meterse en la aventura de los pactos para conseguir, por lo menos, la alcaldía de Madrid, demostrar que no se quedaba aislado y que era, a pesar de todo, una opción de gobierno.
Ocurra lo que ocurra, lo que ya está claro es que los posibles resultados de los pactos quedarán muy por debajo de las expectativas inicialmente proclama das. Tal como han ido las cosas es inevitable que en las filas del propio CDS surjan problemas y, por otro lado, estoy convencido de que son muchos los dirigentes y militantes del PP que, después de haber conseguido que Suárez se decidiese de hecho a entrar en el juego de lo que Fraga llama la mayoría natural, se sentirán muy contentos si al final, justo al pie del altar, el CDS se queda compuesto y sin boda o, por lo menos, con menos pastel de boda de lo que quería. Con ello habrán demostrado que el CDS ya no puede ser alternativa por sí solo y que, en todo caso, sólo puede ser una parte de una posible alternativa de centro-derecha en la que su especificidad como grupo tenderá a diluirse. ¿O es que algún miembro del CDS piensa que si el PP ha decidido cederle la alcaldía de Madrid ha sido por pura bondad de corazón?
En busca del liderazgo
No sé qué es lo que va a ocurrir en el seno de un grupo tan poco estructurado y tan dependiente de su líder como el CDS. Al CDS le será muy dificil a partir de ahora seguir intentando desbordar al PSOE por la izquierda, con propuestas como la del servicio militar de tres meses o la oposición a la OTAN. Si hasta el momento dejaba abiertas las posibilidades de alianza, ahora las ha cerrado, ha optado por una sola de ellas -el acuerdo con el PP, y en Cataluña, también con CiU- y -se ha metido en un terreno en el que difícilmente puede conseguir la hegemonía con un bagaje tan ligero como el que aporta y frente a unos socios más fuertes, más asentados y más coherentes.
Es posible que Adolfo Suárez y sus consejeros más inmediatos piensen que, en el seno de una coalición entre el PP, CiU y el CDS, el propio Suárez emergerá como candidato único a la presidencia del Gobierno, porque el PP carece de un líder con posibilidades de ganar unas elecciones generales, y Jordí Pujol no es exportable como líder fuera de Cataluña. Si esto es lo que se pretende, no cabe duda de que la maniobra es arriesgada porque Suárez sólo podrá ser presidente del Gobierno si el PP quiere y, por consiguiente, deberá someterse a las condiciones que este grupo dicte, lo cual se compaginará muy mal con la independencia y la aspiración hegemónica del propio CDS. Será como reconstruir la desaparecida UCD, pero con Fraga dentro y con Pujol en los aledaños.
Al CDS le mantiene su líder, y ésta es su fuerza. Pero ésta es también su debilidad de fondo como partido, porque al depender totalmente de los avatares personales del líder no puede encontrar su exacto papel como fuerza política. Dada la implantación, la estructura y la fuerza real de un partido de notables como es el CDS, dudo que, como tal partido, pueda tener otro papel más adecuado que el de aglutinar votos de centro, para contribuir a formar y a dar estabilidad a mayorías plurales. Pero, en la medida en que depende de un líder que no puede tener más horizonte político personal que volver a ser presidente del Gobierno y que, por consiguiente, excluye toda posibilidad de ocupar en un Gobierno de coalición un papel que no sea precisamente éste, el partido o bien rompe su dependencia del líder o bien está condenado a no tener más alternativa que ser la fuerza hegemónica de cualquier coalición en la que participe o nada.
De todos modos, los pactos entre el PP y el CDS -y CiU- tienen la ventaja de que clarifican algo más el panorama político general, contribuyen a situar a los socialistas en su exacto lugar y a hacer comprender a los electores cuál es precisamente este lugar. Y, en último término, permiten definir mejor lo que se entiende por derecha, izquierda y centro. Creo que esto concierne a todos los partidos, pero, sobre todo, a aquéllos que, como el CDS, querrían tener un pie en todos los lados de todas las líneas divisorias. Ahora ha movido uno de los pies, y no sé si piensa hacer marcha atrás o mover el otro, pero lo que no puede hacer es ambas cosas al mismo tiempo porque perderá el equilibrio y se caerá. Y es bien conocida la relación que existe entre el árbol caído y la leña.
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