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El Milán desplaza a 80.000 personas a la final del Camp Nou

Juan Arias

Milán, la capital industrial y económica de Italia, se prepara para una verdadera borrachera de gloria futbolística. El Inter está ya a punto le conquistar el scudetto en la Liga, mientras que el Milán, sólo por pudor, no ha empezado ya a destapar las botellas de champaña preparadas para el triunfo en la final de la Copa de Europa, que disputará el miércoles, en el Camp Nou, ante el Steaua de Bucarest. Si consigue ganar, el Milán mirará por encima del hombro al Inter porque, mientras éste será campeón nacional, él lo será europeo, que en estos tiempos viste mucho más.El desembarco en Barcelona de los 80.000 tifosi, anónimos o famosos, como ha sido apellidada la caravana turística que invadirá la capital catalana, es el mayor éxodo deportista conocido en la historia. De ahí que la Prensa haya escrito que el éxodo de los judíos, capitaneados por Moisés para atravesar el mar Rojo, no fue nada comparado con lo que prepara el "nuevo Moisés Berlusconi".

La gran caravana de los 80.000 va a ser una imponente serpiente que se servirá de 60 aviones, algunos privados, como el jet de Berlusconi o el del gran estilista Missoni; de trenes especiales, de 400 autobuses, de miles de automóviles privados y del gran crucero rojo y negro con la nave Regina, con 700 puestos reservados para hinchas especiales. El mismo Berlusconi, para sus amigos, ha reservado 110 plazas en el Regina para sus huéspedes de honor. El billete cuesta 200.000 pesetas. Saldrá de Savona hoy, martes, a las dos de la tarde. Se rumorea que entre los viajeros estará también Bobo, el hijo rebelde de Bettino Craxi, mientras que se sospecha también que el padre irá en el jet privado del rey Berlusconi.

Pero los que despiertan mayor interés, mayor ternura, mayor admiración, los llamados héroes, o también locos, son esa marea de hinchas que, por 18.000 pesetas, a las ocho de la tarde de hoy se concentrarán en la parada Romolo del metro de Milán, subirán a los autobuses para llegar a Barcelona mañana por la tarde, cenar bocadillos en el Nou Camp, concentrarse dos horas después, sin ver ni las Ramblas, para salir de nuevo hacia Milán.

Seguros de ganar

En Italia nadie duda de que el Milán va a ganar, porque cuenta con el factor entusiasmo, con el aplauso de los catalanes y de muchos otros españoles y porque, explican, es impensable que la inmensa caravana de gloria que se volcará sobre Barcelona pueda convertirse a la vuelta "en el mayor acompañamiento fúnebre de la historia". ¿Y para qué servirían además las 4.000 botellas de champaña Codevilla preparadas sólo para brindar en el Regina?

Frente a la polémica acerca de la distribución de los miles de billetes, al parecer acaparados casi todos por las huestes de Berlusconi, el emperador de la televisión ha llegado a citar el Evangelio diciendo: "Yo conozco a un personaje que era fantástico en el arte de multiplicar las cosas. Se llamaba Jesucristo".

El gran éxodo bíblico del Milán tiene además un precio económico: se ha calculado que toda la operación costará 6.000 millones de pesetas.

El resultado positivo se da por descontado, porque además el Milán cuenta con un hincha que está muy cerca del cielo: nada menos que el secretario de Estado del papa Juan Pablo II, el cardenal italiano Agostino Casaroli, al parecer milanista desde que nació. Todos saben que mañana ofrecerá sus valiosas oraciones por la victoria.

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