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José Enrique Ayarra

La llegada al sacerdocio a través de la música

José Enrique Ayarra es la persona que mejor conoce la intensa historia musical de la catedral de Sevilla, de la que es organista titular. Aragonés de Jaca, desde que llegó a Sevilla, en 1960, está enfrascado en la catalogación de los fondos musicales de la catedral hispalense, donde ha encontrado obras ignoradas. Para Ayarra, reconocido como uno de los mejores organistas actuales en España y que considera la música como su medio de predicación, ésta "es un camino recto, corto y seguro para llegar a Dios"....

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Probablemente José Enrique Ayarra haya llegado al sacerdocio a través de la música: a los cinco años, cuando estudiaba piano con el organista de la catedral de Jaca, le entró la obsesión de convertirse en organista de la catedral de Burgos, para lo que era requisito indispensable ser sacerdote. "Cuando a los 11 años acabé la carrera de piano, mis padres me premiaron con un viaje a Burgos, donde por fin pude ver la bendita catedral, cuya imagen había recortado y coleccionado durante años en álbumes que yo mismo hacía".A los pocos meses de aquel encuentro ingresó en el seminario de Vitoria, donde conoció al compositor Jesús Guridi y al pianista Alexis Weissenberg, quien le recomendó que se marchase a París para completar sus estudios de órgano. Cuando le propuso esta idea al entonces obispo de Vitoria, Bueno Monreal, éste, atónito de la ocurrencia del seminarista, le dijo que esperase, que para esas cosas siempre había tiempo. No sería hasta mucho después, siendo ya organista titular de la catedral hispalense y con el propio Bueno Monreal como cardenal de Sevilla, cuando se marchó a París, donde permaneció cuatro años perfeccionándose bajo la dirección del organista Edouard Souberbielle. Vuelto a Sevilla, sacó por oposición la cátedra de órgano del conservatorio.

Su vínculo con la música de la catedral sevillana se manifiesta tanto en sus actividades religiosas como musicales, que Ayarra funde un tanto místicamente: "La música es belleza, es arte. Pero la belleza, el Arte con mayúscula, es Dios"; lo que no le impide reconocer que "las musiquillas que se cantan en algunas iglesias, con palabras santas, a mí me chocan mucho y, desde luego, no me ambientan en el camino hacia Dios". Su compositor preferido es Juan Sebastián Bach, "que, pese a ser un luterano convencido y perseguido por la Iglesia católica, representa el ideal de simbiosis entre espiritualidad y arte".

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