Ballesteros se une a Olazábal en los primeros puestos del Open de España
El inglés Paul Carrigill, con 139 golpes (70 y 69), cinco bajo par, es el nuevo líder del Open de España de golf. Le siguen el norirlandés David Feherty, con 140 (70 y 70), y los también ingleses Derrick Cooper -que perdió la consistencia de su juego de la primera vuelta (66 y 75)-, Barry Lane (72 y 69) y Richard Fish (71 y 70), con 141. José María Olazábal y el alemán occidental Bernhard Langer, con 142 (70 y 72, ambos), mantienen sus posibilidades y Severiano Ballesteros, con 143 (75 y 68), ha recuperado las suyas. Mariano Aparicio (69 y 75) y José María Cañizares (72 y 72) llevan 144 y Miguel Ángel Martín, con 152 (76 y 76), y José Rivero, con 153 (75 y 78), han sido eliminados como lo fueron la semana pasada en Madrid.A Ballesteros le costó conciliar el sueño en la noche del jueves. Él mismo lo confesó ayer ante los periodistas, a los que no rehuyó en esta oportunidad porque sus cuatro birdies le habían dejado satisfecho. "Sí, acusé el impacto de los hoyos 16 [un doble bogey] y 18 [un triple bogey]. Fue algo increíble, una de esas cosas raras que hacen tan apasionante este deporte". Para él fue como pasar de improviso del infinito al cero: de -2 a +3. Cualquier golfista tiene que estar acostumbrado a tales vaivenes de la fortuna. Pero él es uno de los que peor los encajan. En esos momentos no está para nada ni para nadie; tan sólo, para pelearse a escondidas con su decepción.
Fuerte viento
Esta vez fue distinto. Ni siquiera el fuerte viento que sopló en El Saler -"debió de llegar a los 45 kilómetros por hora", comentó- le contrarió en exceso. Incluso bromeó con uno de sus compañeros de terna, el galés lan Woosnam, que totalizó 148 golpes (78 y 70), a propósito de que era como si estuviesen atravesando las cuatro estaciones del año, ya que tan pronto lloviznaba como picaba el sol. Y es que, desde su perspectiva, no era para menos. Sus aciertos le habían hecho recobrar la confianza en su triunfo en un torneo que se le clavó como una espina 12 meses atrás, cuando, disputándose en su patria chica, Pedreña (Cantabria), se vio sumergido en una clasificación mediocre para quien siempre quiere ser el número uno y en una agria polémica con los técnicos de la PGA, que, en su opinión, desvirtuaron la dureza de su campo.Mientras tanto, Olazábal demostró la seriedad de su alternativa. Durante la mayor parte de su recorrido inquietó a un Carrigill sin credenciales que exhibir. Con tres birdies por un bogey, el vasco se situó con* -4 tras el hoyo 11. Su fatalidad fue que, al margen de no realizar ningún birdie más, incurrió en un doble bogey en el 15, en el que se salió de la calle, visitó la arena y hasta falló un putt de medio metro escaso. Lo curioso fue que quienes caminaban con él, Ove Sellberg, sueco, y Mark McNulty, zimbabuense, sufrieron idéntico tropiezo. Era un mal contagioso.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.