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Cayetano Iriarte

Predicar en el desierto no siempre es estéril

Ángeles Espinosa

Cayetano Iriarte constituye un buen ejemplo de que predicar en el desierto no siempre resulta estéril. Este navarro grandullón y simpático dirige desde hace 14 años la única parroquia católica de Al Ahmadi, una ciudad nacida a la sombra del desarrollo petrolífero para dar cobijo a técnicos y empleados en pleno desierto kuwaití. Pero más allá de su tarea pastoral, este carmelita de 57 años vive una experiencia humana sin igual, con los trabajadores de los orígenes y formaciones más diversos, en un clima extremadamente duro y hostil. Su casa es refugio, confesonario y biblioteca. Un continuo vaivén de gente en busca de consejo.

"Antes había unos cuantos españoles construyendo una autopista y solían pasar los fines de semana a charlar un rato. Aquello debió de ir mal porque después no han venido otros", recuerda con cierta añoranza. Las escasas oportunidades de hablar su idioma materno no han borrado, sin embargo, un marcado acento navarro en su pronunciación, que a veces se confunde con el inglés o el árabe en que oficia sus misas. Los casi 40 años que lleva rondando por Oriente Próximo le han convertido en un políglota."La vida de un emigrante es dura. Lejos de su familia, fuera de su ambiente y su cultura y, en este caso, rodeado de un clima muy duro incluso para los autóctonos", cuenta el padre, como le denominan sus feligreses. Él mismo reconoce que se encuentra un poco "perdido" cuando de tarde en tarde se da una vuelta por España. Los problemas que cada día tiene que afrontar van "desde personales a laborales, pasando por depresiones y angustias. Mi tarea aquí desborda el mero ámbito religioso". También, de cuando en cuando, celebra alguna boda, pero "aquí se producen más bautizos que matrimonios".

Kuwait es un país nuevo, con apenas 28 años de independencia. Su espectacular desarrollo, de la mano del petróleo, ha requerido de un gran aporte de mano de obra extranjera, hasta el punto de que en la actualidad los emigrantes constituyen cerca del 60% de la población total. En estas circunstancias, y dado el dificil acceso a la nacionalidad kuwaití, los problemas generados entre esas dos sociedades, que conviven sin mezclarse, surgen tanto de sus diferentes lenguajes como de su distanciamiento psicológico. La integración resulta casi una quimera, salvo para algunos árabes.

Cayetano Iriarte conoce estas dificultades, pero desde su talante optimista insiste en la cara favorable del asunto. Muchos de los trabajadores asiáticos, entre los que se encuentran la mayoría de los católicos del país, llegan a Kuwait casi con lo puesto y ahorran en unos cuantos años lo suficiente para construirse una casa en su país o montar un pequeño negocio que les permita regresar con un nivel de vida mejor. Las propias autoridades kuwaitíes son conscientes de algunos excesos, y el ministro del Interior anunciaba recientemente una nueva legislación para proteger los derechos de los inmigrantes.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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