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El Madrid pudo sentenciar la liga en el Camp Nou

Hipotecan el club por los próximos seis años. Echan a unos, malvenden a otros, jubilan a algunos; buscan a TV-3, le sacan 2.000 millones, consiguen otros 1.000 de Banca Catalana; se llevan al Camp Nou lo mejorcito de España; contratan al hombre del millón de dólares para que dirija ese equipo y le infunda nuevos métodos y, qué curioso, el día que se lo juegan todo a una carta, el día que deben salir a morder, el día que viene el campeón -¡y vaya campeón!-, va y pone a un chico con nombre de torero fracasado, que acaba de llegar de las Indias con el horario cambiado, en lugar del goleador mundialista, con fama de verdugo blanco -no hace mucho Lineker le metió tres goles a Buyo en un abrir y cerrar de ojos-, y, claro, empata. Bueno, pierde. Porque lo que anoche hizo Cruyff fue perder, pues ahora ya está a cuatro puntos reales del Madrid -la diferencia de goles favorece a Beenhakker- y, aunque con presidente renovado, sigue con el viejo fario de "este año tampoco".Veamos, no se trata de saber ni mucho ni poco. Se trata de que había un equipo, unos profesionales, que estaban, que están dando la cara por el Barcelona y que, mal o bien, están a tres puntos del Real Madrid. Algo habrán hecho, digo yo, para pelear por el título. Pues bien, lo que ha hecho Cruyff no tiene nombre ni apellido. Traer de pronto a Romérito -buena persona donde las haya- y alinearlo a las primeras de cambio, cuando ni siquiera se ha entrenado, cuando todavía va con el horario cambiado, es como decirles a esos hombretones: "Chicos, ustedes no sirven para ganar al Madrid, aquí traigo a este muchacho para que les resuelva la papeleta".

El estadio le pidió a gritos, a gritos, a Gary -al que tiene sentenciado desde hace meses- y él ni inmutarse. Le piden a Lineker, pues saca a Julio Alberto. Para defender, digo yo. Tiene que ganar a muerte y cambia a Beguiristáin por un centrocampista. Jugó con tres centrales (Serna, Alexanco y Aloisio) y no le hicieron siete goles porque en el otro banquillo estaba el mismísimo Leo Beenhakker. Otro que tal. Que no debió de ver el vídeo del Barcelona-Atlético, pues si así fuese se hubiese dado cuenta que Paco Llorente habría destrozado a esa defensa. Por velocidad. Simplemente por velocidad.

Anoche volvió a quedar demostrado que lo mejor del fútbol son los futbolistas. Mendoza se quedó en casa. Núñez ni siquiera asistió a la primera parte, pendiente del conteo de votos. Beenhakker y Cruyff, no contentos con decirse tonterías durante la semana, van y hacen de las suyas en el vestuario, única y exclusivamente para recordar que los que mandan ahí son ellos. Si frente al PSV tenía miedo de Gerets y sentó a Butragueño, ante el Barcelona padecía por Milla y trasladó a Michel al centro del campo para controlarle. Total, el Madrid perdió el automatismo de Michel en la derecha, y como Gordillo no está para muchos trotes y Llorente estaba en el banquillo, todo sucedió por el centro. Es decir, donde estaban los tres centrales de Cruyff. Cuando en el segundo tiempo hicieron pressing arriba y abrieron el juego por las alas, el Barcelona quedó asfixiado.

Como Romerito había fallado tres goles en el primer tiempo (minutos 34, 41 y 43) y al Barça se le había acabado el fuelle, el Madrid pudo golear al subcampeón. Pero surgió Zubizarreta (63), falló Gallego (73) y apareció el poste (79). Eso, por lo que respecta a goles cantados, pues jugadas en las que los blancos erraron el último pase, diez o veinte.

Ellos, los jugadores, se despidieron al final con cordialidad. Al fin y al cabo, saben que volverán a verse las caras un año sí y otro también. Arriba no había presidentes y en los banquillos Beenhakker y Cruyff máquinaban sesudas explicaciones para los chicos de la Prensa, que se tragan cualquier cosa.

Johan debió de encogerse de hombros al cruzarse con Núñez ante la capilla de la Moreneta. Ella también supo anoche que tendrá que esperar un año más para que sus chicos tengan posibilidad de ofrecerle otra Liga. La actual, si no lo remedia Beenhakker, será para el Madrid. A estas horas ya podía ser suya.

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