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Tribuna:EL FUTURO DE LA IZQUIERDA / y 2
Tribuna
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Sin el poder es más difícil

Frente a este panorama con esos prejuicios, que oscurecen los análisis de la izquierda, sólo situándonos en lo que Rawls llamaría el velo de ignorancia, una situación ideal donde la reflexión racional pudiera construir un modelo teórico, podemos salir del impasse, y ofrecer soluciones, que paradójicamente van a servir más para la situación real. Igual que no podemos salir del atolladero de una zona pantanosa tirándonos de nuetros pelos, no podemos tampoco imaginar un futuro plausible para la izquierda desde la actual situación real de la izquierda. Será más realista la utopía racional y más fantástico, como construir castillos en el aire, un chato y mezquino realismo. A veces ese realismo es como el de Balzac, que cuando una situación le incomodaba decía "volvamos por favor a la realidad, hablemos de Eugenio Grandet".Parto de la idea de que la izquierda que hoy es posible, superado el leninismo y experiencias contrastadas como la del partido único y la dictadura del proletariado, es la del socialismo democrático, y parto también de la tesis de que, aunque el núcleo debe ser un partido político, la tarea del gobierno de la izquierda es demasiado ambiciosa para pensar que sólo un partido, por sólido e implantado que esté, pueda realizaría en solitario.

Es necesario, por supuesto, ganar las elecciones, porque sin el poder es más difícil todavía, pero habrá que movilizar e incorporar al proyecto a otros movimientos y asociaciones concurrentes, incluidos otros partidos de izquierdas que se sientan comprometidos con el socialismo y la libertad, para que sea posible.

Con estas consideraciones, se explican las conclusiones a las que llego y que deseo contribuyan al debate sobre el futuro de la izquierda.

Primero. Es imprescindible contar con la colaboración, en su propio ámbito, de los sindicatos, y en concreto es deseable que el movimiento sindical obrero en su conjunto pueda compartir los objetivos del socialismo democrático. Sin el apoyo del movimiento obrero, un partido socialista democrático puede convertirse en un partido de cuadros, de economistas y de tecnócratas, con una clase política dirigente enquistada en el poder. Por otra parte, esta relación del sindicato con los grandes objetivos políticos puede contribuir a aislar y a disolver en ellos tendencias egoístas, de defensa del statu quo, e incluso en grandes empresas, sobre todo de titularidad pública, el enmascaramiento con grandes palabras de intereses personales. Una dialéctica de potenciación mutua y de eliminación recíproca de la ganga inservible puede ser el resultado de tal colaboración.

Segundo. Otros movimientos sociales y culturales pueden también concurrir para apoyar el proyecto, y de la credibilidad del partido que lo impulse depende que acepten contribuir con su esfuerzo. Pacifistas, ecologistas, grupos antidroga, asociaciones de consumidores, de padres de alumnos, de profesores o de estudiantes, surgen con vitalidad en las sociedades industrializadas occidentales, y sus objetivos pueden ser concretados, en última instancia, como los del socialismo democrático, en la lucha por la emancipación humana. Si se consigue desde el ámbito político convencer a esos grupos de la decisión de avanzar realmente y agruparles en tomo a una estrategia concreta, la capacidad de acción se multiplica. Por otra parte, la vinculación de esos inovimientos con el o los partidos de izquierda que concurran al proyecto, y el contacto que supone con el poder, el Estado y el derecho, les infundirá dosis de realismo y disminuirá el talante ailarquista que, cuando se encuentra en exceso, no contribuye a la eficacia.

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Arropado por sindicatos

Tercero. Un proyecto viable de la izquierda nucleado en torno al socialismo democrático debe comprometer al mayor número posible de ciudadanos. Sólo arropado por sindicatos, por movimientos sociales y por esos ciudadanos se podrá impulsar la utopia del dinamismo de la libertad, es decir, sólo de esa manera se podrá luchar por la libertad moral de cada individuo. La educación y la participación son los dos instrumentos. Por la educación, con una extensión universitaria generalizada, al modo ole la vieja y entrañable Institución Libre de Enseñanza, con una labor pedagógica que explique el proyecto en todas sus implicaciones y con las razones para que se contribuya a su realización, especialmente con la fundamentación de su dimensión moral y de su necesidad para alcanzar las metas de hominización propuestas, se podrá comprometer en la acción a un elevado número de personas.Por la participación, los ciudadanos convierten en suyo el proyecto, lo viven desde su raíz, e impiden la burocratización y la instalación en el poder del partido y de sus dirigentes, y también las técnicas de propaganda, que desde el neoliberalismo pretenden convencer al ciudadano de los beneficios de sus propuestas de Estado mínimo, de sociedad civil excluyente y de capitalismo popular.

Cuarto. Aunque hemos dicho que el impulso central debe llevarlo el partido que rep resente al socialismo democrático, y en España es el PSOE el que, a mi juicio, ostenta y debe seguir ostentando esa representación, la colaboración y, cuando sea razonable, la integración con otros grupos políticos que sintonicen con ese programa de progreso es igualmente una tarea imprescindible. Los sectores concemidos por ese análisis son varios y se sitúan en posición plural en panorama político.

Hay un tipo de liberalismo ético, quizá minoritario, que puede coincidir desde premisas no socialistas con la utopía de la emancipación. Lo que supusio el azañismo en España o sectores radicales progresistas en Francia son los ejemplos en que estoy pensando. El nacionalismo no es tampoco hoy ni sólo conservador ni sólo extremista separatista. Hay un nacionalismo democrático y progresista de raíz socialista que puede ser también incorporado. Los ¡nipulsores del proyecto de izquierdas con una visión total del Estado que en zonas con un fuerte componente diferencial de tipo lingüístico y cultural, con sufrimientos y esperanzas comunes, no comprendan ese fenómeno ni tengan imaginación para proyectar una aproximación estarán en malas condiciones en esas comunidades. Por su parte, parece ineludible reclamar de ese nacionalismo progresista una explícita lealtad constitucional. Quizá un modelo paradigmático de esa situación lo represente en España Euskadiko Ezkerra. La superación de esa incomunicación es una asignatura pendiente de gran parte de la izquierda española.

Finalmente, el comunismo puede ser asociado igualmente a esta tarea común. Si en general el comunismo europeo aproxima cada vez más sus planteamientos al socialismo democrático, con la aceptación del sistema parlamentario, del Estado de derecho y de los principios de la Revolución Francesa, no parece imposible, no de forma mecánica ni inexorable, sino con una inteligente acción humana, una nueva reunificación que concluya la ruptura del movimiento socialista que se produjo a partir de la revolución rusa. Es evidente que esta conclusión exige un esfuerzo de abstracción y una situación ideal que ignore las actuales circunstancias españolas donde la realidad va por otro camino. Aquí y ahora, lo real no es racional, y esta conclusión que es racional debemos esforzarnos para que sea real, si creemos en la supervivencia de la izquierda.

Quinto. El proceso que estamos proponiendo, el punto de vista del socialismo democrático, va a necesitar mucho esfuerzo intelectual, mucha reflexión y una sólida elaboración doctrinal permanentemente abierta y no como la elaboración de un proyecto terminado. El mayor error del socialismo democrático sería un alejamiento del mundo intelectual, de los profesores, de los científicos y de los investigadores. Un proyecto de izquierda con partidos que vivan encerrados en sus cuadros dirigentes, que no'consideren y que no estimen al mundo de la inteligencia, que no comprendan que toda nuestra dignidad está en el pensamiento, como decía Pascal, que prefieran otros valores de éxito, de presencia social, de poder, al respeto al trabajo intelectual, no se podrá llevar adelante porque tiene en su raíz a la razón.

Fin humano último

Sexto. El fundamento ético del ideario excluye la sobrevaloración de realidades como la económica, la técnica o la burocrática, que son importantes, esenciales incluso, siempre que se subordinen al fin humano último de la autonomía moral en el horizonte utópico del socialismo. La revolución será moral o no será, decía Peguy, y es cierto que el proyecto de la izquierda o es moral o no es nada. Desconfío, dicho sea de paso, de la palabra revolución de trasfondo religioso, como una secularización de la idea cristiana de redención, y prefiero términos más laicos, más a ras de tierra, más intrahistóricos.Séptimo. Por fin, la superación de las Pronteras del Estado, la potenciación de las relaciones entre los pueblos por el desarrollo de la comunicación, la presencia de problemas generales y comunes en un continente o en todo el mundo, como el paro, el terrorismo, la droga o el subdesarrollo, exigen plantear el futuro de la izquierda con una dimensión transnacional, probablemente europea en nuestro caso. Es otro reto para el futuro, trascender en la izquierda y en el socialismo democrático, los particularismos y los egoísmos de cada país y contribuir a la formación de un gran movimiento político democrático que agrupe a la izquierda que acepta esas premisas. Será también una preocupación central de esa fuerza progresista la creación de cauces para el encuentro con los países del Este, en los cuales la situación de la izquierda está sufriendo una mutación acelerada, con lo que sería un error serio mantener el aislamiento y la marginación de países tan antiguos y tan cultos.

El fin de los nacionalismos, el condicionamiento y la limitación de la soberanía de los Estados, son el único camino, con la creación de un poder supranacional, para la auténtica paz estable. La utopía kantiana de la paz perpetua es el nuevo contrato social de nuestro tiempo, como lo que fue en su momento el contrato social clásico para superar la anarquía y explicar la formación de las sociedades y de los Estados. La contribución de una izquierda como la que aquí hemos dibujado, pacifista, democrática, capaz de dialogar con el llamado bloque del Este y dispuesta a disminuir las distancias y las deudas entre los países ricos y los países pobres es el último eslabón de esta reflexión racional.

Cuando se renuncia a comprender una realidad se puede sentir la tentación de manipularla, y el panorama de nuestra izquierda puede llevamos a ese error. El apunte de análisis que acabo de hacer, lleno sin duda de lagunas y de errores metodológicos, pone al descubierto, sin embargo, cuántas cosa quedan por hacer y lo lejos que estamos de haber culminado la divisa de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad que la Revolución Francesa lanzó, con vocación de universalidad, en 1789. Si llega el fin de la modernidad, no será porque hayamos agotado sus propuestas, sino porque no hemos sido capaces de hacerlo. Si la izquierda comprende que aún le queda mucho camino por recorrer, quizá consiga sobreponerse y sobrevivir, y, si lo hace, aún puede alcanzar sus objetivos y contribuir a la libertad moral de todos. Decía Condorcet que toda sociedad que no es esclarecida por filósofos puede ser engañada por charlatanes. Salgamos del análisis coyuntural, de la táctica inmediata, del seudorrealismo, y hagamos entre todos un gran esfuerzo racional para iluminar establemente el horizonte. Ésta es mi opinión, que, como siempre, someto a cualquier otra mejor fundada.

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