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DOS EQUIPOS ESPAÑOLES EN LAS SEMIFINALES EUROPEAS

El Madrid vivió con angustia su clasificación

Alex Martínez Roig

El Real Madrid se clasificó para las semifinales de la Copa de Europa con un nudo de angustia en la garganta. Desconocido, lejos de su imagen arrolladora e imaginativa, el Madrid se encontró con un PSV Eindhoven que defendió con dignidad su condición de campeón de Europa hasta el final, hasta el último minuto de la prórroga. Un penalti inexistente abrió el camino de las semifinales -el árbitro se tragó otro clarísimo de Koeman a Llorente en la prórroga-, y una mano celestial del olvidado Agustín se interpuso entre el cabezazo de Lerby y el final de un sueño europeo. Pero no fue una noche mágica. Quizás porque Beenhakker quiso aportar su genialidad particular dejando en el banquillo al más mágico de los madridistas, Butragueño, para sacarle a cinco minutos del final cuando ya nada aportaba al partido. Butragueño no merecía ese trato.Comienza a quedar claro que el Madrid, tras el bacatazo de la pasada temporada, padece un cierto síndrome europeo. Tiene el mismo equipo, con el añadido de un Schuster que funciona, y sus hombres cuentan con un año más de experiencia. Pero ni contra el PSV, ni antes frente al Gornik, han destapado todas sus virtudes. Parece como si el Madrid controlase sus pulsaciones, como si evitase el desmelenamiento ofensivo que marca su personalidad. El PSV dio la talla como equipo, pero, tanto en la ¡da como anoche, ha quedado un cierto regusto amargo en el ambiente. Como si el Madrid, por conservadurismo, hubiese perdido la oportunidad de clarificar la eliminatoria antes de una prórroga angustiosa.

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El PSV tenía los hombres justos para el partido. Y Guus Hiddink, su entrenador, los ordenó certeramente para frenar una presunta avalancha ofensiva. No llegó la avalancha, porque el Madrid fue incapaz en la primera parte de superar el esquema defensivo holandés. El Madrid trató de calentar el partido, pero el PSV logró enfriarlo muy pronto. La introducción de Paco Llorente, pese a su excelente momento de forma, no dio resultado positivo. En la banda izquierda había overbooking -Gordillo tuvo que renunciar a su tradicional juego de internadas agónicas-, y en el centro faltaba la picardía de Butragueño. Beenhakker dijo que le sacrificó para cerrar las bandas a los laterales del PSV, pero ese es un razonamiento conservador, de repliegue, de control defensivo, que no casa con la imagen alegre y ofensiva que le ha dado al Madrid una personalidad única en Europa.

Con unos marcajes individuales efectivos -en los que destacaron Van Aerle con Hugo, y Gerets con Paco Llorente-, y unas ayudas constantes -sobre todo un Koeman muy oportuno en el cruce-, el PSV sólo dejó tirar dos veces a puerta a los madridistas: un disparo lejano (m. 9) y otro cercano y sin ángulo (m. 18), ambos de Schuster. Pero en los dos, como en todas las ocasiones del partido -excepto los dos goles en tiros a bocajarro-, surgió un Lodewijks mucho más capaz de lo que se anunciaba.

El problema del esquema del PSV es que sólo servía para defender, y, con 1-1 en el partido de ida -el Madrid se beneficiaba del doble valor de los goles en campo contrario-, el equipo holandés estaba obligado a marcar un tanto para clasificarse. Para esa tarea sólo confiaba en un Romario muy solitario y en el juego inteligente de Vanenburg.

El partido se mantuvo controlado por el PSV en la segunda parte, ya con Koeman adelantado en el centro del campo y Lerby ocupando su lugar en la defensa. El ritmo comenzó a acelerarse, con llegadas más claras en ambas áreas. Fueron los mejores momentos de la noche, pero Llorente (m. 47), Romario (m. 51), Sanchis (m. 53) y Gordillo (m. 64) fallaron ocasiones clarísimas. La inercia del partido, que iba inclinándose a favor de Madrid, fue rota por el penalti, inteligentemente interpretado por Michel e ingenuamente silbado por Vautrot. Todo parecía encaminarse hacia el desenlace, cuando Romario aprovechó un balón suelto para lograr el empate y la prórroga, casi evitada por un gol de Gordillo (m. 89), anulado por fuera de juego.

La angustia creció en las gradas, mientras Butragueño, que comenzó a calentar en el minuto 91, era recibido con aplausos unánimes. Los dos equipos llegaba cansados, y los huecos comenzaban a abundar. Era una situación propicia para los madridista, más hábiles en el uno contra uno. Pero el Madrid seguía jugando sin alegría, sin esas avalanchas por la derecha (de Michel, muy apagado en su apartado ofensivo), por la izquierda (de Gordillo), por el centro (de Martír, Vázquez, Hugo o el todavía ausente Butragueño), que tanto marean a los contrarios.

Fue en una jugada aislada, en un balón retenido por Hugo, muy guerrillero toda la noche, y cedido inteligentemente a Martín Vázquez, que lanzó un disparo con toda su rabia acumulada que rompió la igualdad.

Tampoco fue el final de una noche larguísima. Un cabezazo mortal de Lerby (m. 112) fue desviado por un manotazo intuitivamente genial de Agustín cuando ya se encaminaba hacia la red y hacia la eliminación del Madrid. Un suspiro colectivo se elevó desde el Bernabéu hacia el cielo. El susto fue tremendo, y Butragueño, en su aparición fantasmagórica, pasó desapercibido. El manotazo de Agustín clasificó al Madrid para las semifinales, aunque lo hizo con más angustia y menos virtudes que el año pasado.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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