El Español y el Atlético no dieron espectáculo
El partido Español-Atlético de Madrid demostró anoche que el fútbol puede convertirse en el deporte más aburrido del mundo, en el juego de los despropósitos, en el entretenimiento más odioso de la Tierra, en el espectáculo más triste de cuantos puedan imaginarse, planearse y practicarse. Lo que hicieron supone que muchos crean que el fútbol está muriéndose y que desde hace muchos años ha dejado de ser el deporte rey. Lo de anoche ni fue deporte ni, por supuesto, puede gobernar sobre otros juegos mucho más eficaces y vistosos.Resulta materialmente imposible que dos equipos, dos deportistas, dos jugadores individuales..., puedan hacer lo que hicieron anoche los blanquiazules y los rojiblancos. En ningún otro deporte puede matarse el tiempo y el espectáculo como en el fútbol. Es imposible pasarse 90 minutos perdiendo el tiempo, queriendo o sin querer, intencionada o desafortunadamente. Nadie se imagina dos conjuntos de baloncesto, por peores que sean, manoseando el balón bajo sus respectivas canastas sin querer o sin saber meter un solo enceste. Nadie se imagina a dos cuadros de rugby jugando de un lado a otro del campo sin intención de atravesar las líneas rivales. Nadie se imagina a dos bloques de fútbol americano dejando pasar el tiempo o peleándose por ver quién es capaz de entregar más balones al adversario. Nadie se imagina a dos tenistas lanzando globos interminables durante 90, 100 o 1.000 minutos.
Sólo el fútbol, con sus tácticas, su reglamento, sus competiciones descafeinadas y sus equipo, en crisis -el Atlético tiene todos los problemas del mundo y más y el Español suma a los suyos los 10 negativos de la Liga-, es capaz de permitir, de tolerar, que sucedan cosas como las de anoche en Sarriá.
La gente del Español, que tuvo que pagar para ver este encuentro, ya no sabe a qué atenerse. Piensa, eso sí, que lo único importante es salir de la cola de la Primera División y a ese empeño dedicará todos sus esfuerzos. Por eso no protestó y se limitó a presenciar algo que les sonó a conocido: el desafortunado juego de los suyos. Sólo el corazón de Heath y los golpes de efecto de Castillo rompieron el aburrimiento. En el otro lado, el Atlético, que había prestado a Futre a la selección portuguesa, se contentó con mirar el 0-0.
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