La enfermedad de Cunhal abre la crisis de sucesión en el comunismo portugués
La cada vez más probable desaparición del líder histórico y carismático de los comunistas portugueses, Alvaro Cunhal, agita la vida política de Lisboa y deja al segundo mayor partido de la oposición -y uno de los más fuertes partidos comunistas occidentales- paralizado en medio de una situación de gran agitación sociolaboral y a escasos meses de los comicios europeos y municipales.
Por dos veces, la dirección del Partido Comunista Portugués (PCP) tuvo que romper el muro de silencio que rodeó siempre la vida privada de su secretario general para confirmar que la presencia en Moscú desde principios de enero de Alvaro Cunhal se debía a la necesidad de someterse a tratamiento médico y para desmentir que haya sufrido una intervención quirúrgica. Pero ya nadie duda de que el septuagenario líder del PCP tiene un cáncer y que es muy difícil que retome las funciones que ejercía desde la década de los cuarenta.
La dirección del PCP ya admitió que la reunión del Comité Central inicialmente prevista para finales de enero y pospuesta para el 16 de febrero se realizará este próximo fin de semana, sin la presencia de Cunhal.
La sucesión
También se ha revelado ahora que el problema de la sucesión, suprimido en la agenda del reciente congreso del PCP, en diciembre, fue abordado en la última reunión del Comité Central, presidida por Cunhal, en la cual el secretario general hizo aprobar un reglamento interno en el que se exigía mayoría de los dos tercios para la elección de su eventual sucesor.Admiradores y adversarios de Cunhal están de acuerdo en subrayar que la identificación del comunismo portugués con la imagen de su líder es tan fuerte, dentro y fuera del PCP, que su desaparición repercutirá en todo el panorama político.
Último superviviente de la llamada era estalinísta en la dirección de un gran partido comunista occidental, Álvaro Cunhal es también el que más tiempo ejerció este poder prácticamente absoluto, sobrepasando todas las crisis del comunismo mundial, sin perder nada de la admiración, casi religiosa, y del cariño de generaciones sucesivas de militantes comunistas.
La lucha abierta en el interior del PCP entre reformadores y conservadores no llegó a cuestionar la autoridad del secretario general, respetada por los críticos, cosa que no acontece con ninguno de los veteranos que se citan como posibles sucesores y todos pertenecientes al sector burocrático.
Todos los comentaristas ven en Cunhal una personalidad insustituible y presienten el fracaso del cunhalismo sin Cunhal, que se está ensayando: sólo, en Moscú, donde no cuenta siquiera con la presencia de su compañera, Cunhal es ya una sombra que tutela los esfuerzos de la dirección del PCP para convencer a militantes y electores comunistas de que el partido puede sobrevivir sin problemas a la orfandad.
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