Miles de disfraces en la gran noche de carnaval

Miles de personas disfrazadas se adueñaron en la noche del sábado de las calles madrileñas camino de un local que organizase un baile de disfraces o de la casa de unos amigos animados a montar una fiesta particular. Entre los locales, un año más destacó el baile del Círculo de Bellas Artes, donde cientos de personas, transformadas, pudieron comparar sus galas y su imaginación con quienes, como ellos, habían pagado 3.500 pesetas por la entrada sin derecho a consumición.

Pocos se hicieron notar por no llevar un disfraz. Allí estaban los clásicos indios, moros obispos y vaqueros, junto a disfraces cuya gracia reside en el uso colectivo con el fin de reunir a equipos de rugby, congregaciones de frailes o bandadas de patos.

Al margen de las parejas de Albertos, se pudo ver claramente réplicas de políticos nacionales y extranjeros paseando entre flores silvestres, popes ortodoxos, mosqueteros y damas de María Antonieta. A la salida, a la búsqueda de un chocolate con churros, Cleopatra se cruzaba con doña Urraca; las cabareteras con presidiarios, las hadas madrinas con falsos bomberos y los currantes con los nietos de sir Francis Drake. Nada extrañaba. Era la noche de carnaval.