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Alfonso Navarro

Un intento de desdramatizar la arquitectura carcelaria

Rocío García

El rojo, el azul y el amarillo aparecen en su obra más reciente: la nueva cárcel para mujeres construída en Brieva, una aldea situada a 13 kilómetros de Ávila, que fue inaugurada ayer por el ministro de Justicia, Enrique Múgica. Los colores y la conjunción del edificio, que se integra dentro del austero paisaje castellano, son un intento de desdramatizar la arquitectura de un centro penitenciario. Alfonso Navarro, alicantino de 46 años, ya ha superado el primer momento de plantearse la realización de algo que sirve para privar de libertad. "La función nunca puede estar reñida con la belleza".

Recuerda cuando de niño acompañaba a su padre y a su madre, vendedores ambulantes, en su recorrido por los pueblos alicantinos. "Eso me ha dado un bagaje y una manera de contactar con la gente muy importante", dice Alfonso Navarro, quien inició sus estudios en su pueblo, Elda, tras el asentamiento de su familia al frente de una pequeña tienda de tejidos Allí los sábados le tocaba empaquetar, descargar las mercancías, recoger los hilos y hacer recados con ayuda de una carretilla. Entonces la arquitectura era ya para él como su gran sueño dorado, y, haciendo caso omiso de que aquello era una meta sólo para clases privilegiadas, se fue con 15 años a una pensión de Barcelona, donde hizo el preuniversitario e ingresó en la Escuela de Arquitectura.Tras terminar sus estudios en Madrid, que compatibilizó con pequeños trabajos en los despachos de Javier Carvajal y Fernández Alba, se marchó con una beca a Roma, donde acometió un estudio sobre los suelos y los pavimentos de la capital italiana. Una vez de vuelta a España, se instala en Alicante para ayudar económicamente a su familia.

Reconoce que ha tenido mucha suerte en su vida y-con su carrera profesional, que le ha permitido hacer casi todo tipo de obras. Urbanizaciones, polideportivos, viviendas sociales, restauraciones de edificios antiguos, un tanatorio y un centro de investigación de Explosivos Río Tinto conforman algunas de las obras realizadas en los dos estudios -en Madrid y Alicante-, que dirige Navarro.

Su última obra es, sin duda, la de mayor volumen. Una cárcel para 300 reclusos, de 30.000 metros cuadrados, construidos en un espacio de 90.000 metros cuadrados, con un presupuesto de más de 1.000 millones de pesetas. Pensada inicialmente para hombres, se decidió posteriormente que sería una cárcel para mujeres, que ya han empezado a instalarse en uno de los tres módulos que componen el recinto. Dice que quizá haya sido su proyecto más dificil y más atractivo.

Padre de cinco hijos, parece que tiene todo el tiempo del mundo. Le gusta todo, desde leer a pintar y oír música. Ha practicado el atletismo -de joven incluso ganó algún campeonato-, tiene una yeguada, organiza concursos hípicos y pertenece a la Fundación Eusebio Sempere, en Alicante. Quizá lo arrastre desde su experiencia como vendedor ambulante; lo cierto es que Alfonso Navarro, un hombre que se califica de luchador e inconformista, hace gala de una gran facilidad para proyectar lo que considera una enorme valía profesional y gozar del atractivo y la emociónsin límites que le supone la dedicación a la arquitectura.

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