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Reportaje:

Helena Sanz

"¿Qué objetivo tiene la vida si no puedo bailar?"

Helena Sanz, barcelonesa de 21 años, ha pasado la mayor parte de su vida andando sobre las puntas de sus pies. El camino la ha llevado a los escenarios de la República Federal de Alemania (RFA), donde la crítica ha elogiado su interpretación de Julieta en la obra de Shakespeare, y donde recientemente ha estrenado su papel de Ofelia, en la tragedia del mismo autor. Siempre supo lo que quería. Cuando era una niña de siete años ya escribió en su diario íntimo: "¿Qué objetivo tiene la vida si no puedo bailar?".

Tenía cuatro años y estaba gordita. Tanto que incluso parecía que tuviera los pies planos. El médico aconsejó a su madre que le hiciera hacer algún ejercicio, y ésta la llevó a una academia de danza. "Me lo pasaba mejor allí que en ninguna otra parte", recuerda Helena. Día a día esculpió en la barra un cuerpo de artista que le permitió, a los 10 años, ingresar en el Instituto del Teatro de Barcelona. El trabajo de escultora fue tan concienzudo que para entonces "era ya un palillito". Los responsables de la escuela examinaron sus pies y vieron que ambos sabían lo que querían: estaba admitida.Las ganas de aprender de Helena Sanz pronto fueron más grandes que España. Una mañana se levantó, fue a comprar un diccionario de ruso-castellano y palabra por palabra escribió una carta a las autoridades soviéticas para que le permitieran ingresar en el instituto Kirov, donde las zapatillas de baile calzan a los mejores danzarines del mundo. La respuesta fue que la petición tenía que realizarse por vía diplomática. Helena había perdido una batalla y el dinero que le costó el diccionario, pero sabía que la guerra no había acabado.

A los 16 años viajó a Stuttgart para realizar un examen de ingreso en el John Cranko Schule. Aprobó, pero nunca llegaría a pisar las aulas porque simultáneamente había realizado otra prueba en el Royal Ballet School de Londres, el número uno del mundo occidental en escuelas de danza.

"¿Cuál es su padrino?", preguritó uno de los examinadores. "No tiene", contestó el tío de Helena con cara de que algo iba mal. Pero no fue así, ya que tantos años de esfuerzo consiguieron que Helena fuera una de las siete personas, entre 72, que aprobaron. Salió de la escuela, fue a reservar plaza en una residencia de estudiantes, volvió a España y llamó al timbre del Ministerio de Cultura, donde una subvención le ayudó a costear un año de la mejor enseñanza de su vida.

El regreso fue un shock. Había bailado sobre las nubes, y el parqué del Instituto del Teatro ahora le parecía pequeño. El futuro alumbró entonces en la RFA, adonde viajó para intentar ingresar en alguna de las 52 compañías de danza existentes.

Obtuvo su primer contrato, con 19 años, en el Stadische Buhhe Hagen. Desde entonces su pertenencia al grupo le ha posibilitado ser solista en los papeles de Julieta y Ofelia y le ha permitido conocer a su novio, Hanny Abdein, un ex primer bailarín de la ópera de El Cairo que abandonó Egipto para buscar un mejor futuro profesional en la compañía de Hagen.

Helena cree que "el escenario compensa los sacrificios", de los que su madre destaca ese hambre que da comer sólo ensaladas y el día que llegó la factura por las clases de francés de su hija -habla seis idiomas-.

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