Cristina Narbona
En las alturas de la banca pública española
Nació en Madrid, pero a los 12 años se fue a vivir a Roma, donde su padre, Francisco Narbona, ejerció de corresponsal de televisión, y su madre, de corresponsal del desaparecido Pueblo. En Roma estudió la carrera de Económicas y trabajó durante algún tiempo en la Universidad. En 1975, Cristina Narbona, especialista en temas relacionados con la Comunidad Europea, comenzó a dar clases de economía internacional en la universidad de Sevilla. Siete años después, con la creación del primer Gobierno autónomo andaluz, Julio Rodríguez, consejero de Economía, la ofreció el puesto de viceconsejera. En ese momento cambió su vida. De repente se le acabó su vida bohemia y plena de libertad y se vio metida en un mundo jerárquico, con gente por arriba y por abajo. "Sobre todo gente por abajo". Después de tres años en la Junta andaluza, Cristina Narbona fue reclamada para montar el servicio de estudios del Banco Hipotecario, y en la primavera de este año pasó a la dirección general de producción, de la que depende el área de créditos y la captación de fondos para el banco.
Reconoce que su cargo en el banco, campo poco proclive a la presencia de mujeres, suscita curiosidad y que muy a menudo se siente observada, pero ha aprendido a pasar olímpicamente. Y además ya está acostumbrada a la dura lucha y a batallar diariamente por hacer las cosas mejor que los hombres, por no tener fallos. A ello contribuye el que es una mujer fuerte, que aguanta importantes dosis de tensión, que se exige mucho más a sí misma que a los demás y que goza de una salud de hierro. Sin embargo, no se define como una persona dura. Y la verdad es que no lo aparenta, aunque sólo sea por la casi eterna y dulce sonrisa que ilumina su rostro.
Cristina Narbona no milita en el PSOE, aunque ha colaborado estrechamente con los socialistas en los últimos años, como lo demuestra su paso por la Junta andaluza y la autoría de la ponencia sobre el sistema financiero del Programa 2000 del partido en el Gobierno. Atraviesa una etapa en su vida en la que dice que no tiene más remedio que sacrificar algo, pero intenta que ese algo no sea su hijo, Ignacio, de cuatro años, que es "lo mejor de mi vida".
Ha aprendido otra cosa desde aquella etapa sevillana, a veces añorada, que es la de disfrutar más profundamente de sus ratos libres. La verdad que no tiene más remedio. Y en sus ratos libres va al cine y recopila y experimenta nuevas recetas de cocina, principalmente de comida turca e italiana, en la que es una experta.
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