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La decisión sobre el Avión Europeo marcará la política exterior, tecnológica y militar del futuro

Carlos Yárnoz

La decisión del Gobierno sobre la definitiva participación española en el Avión de Combate Europeo (ACE) -el proyecto tecnológico más ambicioso abordado hasta ahora en Europa- marcará el futuro tecnológico de España, repercutirá en La política exterior e influirá en cómo será ejército del Aire de la próxima década. La fuerte inversión -600.000 millones de pesetas- que España deberá hacer induce al Gobierno al intento de rebajar su participación del 13% en el proyecto. Los tres países socios presionan en sentido contrario. A la vez, Francia desea que España participe en el desarrollo del avión francés del futuro.

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Los Gobiernos de la RFA, Reino Unido e Italia no han ocultado estos días su nerviosismo por el hecho de que España aún no haya firmado el acuerdo de su participación en la fase de desarrollo -previa a la de producción- del ACE, documento que ya fue- suscrito por esos tres países el pasado 16 de mayo en Bonn. Pero ratificar ese compromiso le supondrá automáticamentc- a España un desembolso de 150.000 millones de pesetas.Empresas de los cuatro países tenían que firmar también en estos mismos días la formación de consorcios para fabricar las diversas partes del avión. Todo está paralizado, sin embargo, a la espera de una posición final del Ejecutivo español. El propio presidente Felipe González adoptará en breve una decisión al respecto, que tendrá que ser aprobada en Consejo de Ministros.

El intento español de reducir su porcentaje (ver EL PAÍS del pasado 18 de septiembre) encuentra enfrente, además, el hecho de que ese 13% fue acordado una vez comprobado que las Fuerzas Aéreas españolas necesitarán un centenar de esos aparatos, cifra que corresponde prácticamente a ese 13% de aportación de España. Los ACE españoles sustituirán en la década próxima a los Mirage F-1, de origen francés.

Las presiones internacionales están basadas en motivos económicos y políticos. De un lado, los países citados no desean que España rebaje su participación, porque esa reducción tendría que ser asumida por alguno de los socios. De otro, el programa ACE supone el intento europeo más fuert-. por hacer frente a las multinacionales aeronáuticas estadounidenses, que en los últimos años han logrado vender centenares de cazas en Europa, lo que ha repercutido negativamente en el desarrollo tecnológico del Viejo Continente.

Hoy, ningún país, salvo las dos superpotencias, puede abordar en solitario el coste de producir un cazabombardero avanzado, 3, por ello surgió en 1982 la necesidad de iniciar conjuntamente el desarrollo de un avión europeo. Sin embargo, Francia -que ya desarrollaba su propio avión del futuro, el Rafale- y el Reino Unido -que también avanzaba en proyectos propios- quisieron imponer sus criterios que, a la larga, beneficiarían más a sus empresas.

Como resultado de estos enfrentamientos, Francia abandonó el programa ACE en 1985, e invitó a España, su principal aliado europeo en el terreno militar, a participar en él. Pese al tiempo transcurrido, el Gobierno aún no ha respondido oficialmente, aunque lo hará en breve. Hoy y mañana, varios ministros de los dos países -incluidos los de Defensa- se reunirán en León para abordar, entre otros asuntos, el del Rafale, según informó el titular español de Defensa.

En la actualidad, la realización del proyecto está encomendada a dos consorcios llamados Eurofighter -encargado de la estructura y ensamblaje del avión- y Eurojet (responsable de los motores). En ambos intentan participar una treintena de empresas españolas.

Para calibrar la importancia que en los diversos terrenos tendrá este proyecto para España, cabe señalar que su coste hipoteca el presupuesto de Defensa de los próximos cuatro años; para la industria aeronáutica española, supone su única oportunidad de acceder a niveles tecnológicos competitivos; para EE UU, será un nuevo factor de alejamiento respecto a la. actual dependencia de las Fuerzas Armadas españolas; y para Francia, será un razón más en favor de quienes en París mantienen que el Rafale no debe fabricarse.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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