Olímpicos
Hay que ver la doble vida que lleva medio mundo desde el 15 de septiembre. Aquel buen día los Juegos Olímpicos se adueñaron de los cuartos de estar y convirtieron los comedores en una temporal y colectiva Jaula de Oro.Con los sombreritos, banderitas, colorines, sonrisitas, pasitos al frente y el buen palmito del primer día, los anónimos se engancharon a deportivos chutes de retina y ya no salen. Se musculizan desde el sillón, flexionan, e inflexionan la voz (al grito de "alirón, tu eres el campeón") hasta pillar agujetas, se ejercitan en el sofá para ver mejor la tele... ¡Cuántos records batidos en pijama sin que nadie los retrasmita, sin una cámara que de fe!. ¡Así, cómo va a destacar uno entre la masa!.
Mientras los locutores se hacen un trapo con la lengua, de tanto nombre impronunciable y tanto sueño, esforzados llenitos de tripa pendulona cojen de noche la caja tonta, se la cuelgan de la solapa (como medalla al mérito), y suben al podium con ese amor patrio que brota por incercia entre tanto himno y tanta leche vitaminada.
Alucinan los pasaos, que meten estómago, sacan pecho y contorsionan la imaginación a la par que ese heredero de superman, que aparece en la pantalla, levanta pesas, colorao y multivenoso. "Encima tendrá la suerte el gachó de encontrársela cuando le haga falta", murmura el insomne que sueña con inyectarse, directamente, anfetas líquidas para no dormir.
A las fértiles progenitoras les ha dado por odiar, en un arrebato visceral e incontrolable. Padecen, como si de un insulto indirecto se tratara, las demostraciones de aquellas atletas de pura lana virgen, como uvas seleccionadas, crema entre las cremas, que no hacen más que exhibir unas cinturas de anuncio. Oyen los músculos de las elegidas, que gritan: "fastídiate, que estás gorda". Y saltan de la cama, dispuestas a cargarse el aparador.
A pesar de todo, los lunes siguen siendo lunes y a primera hora, como siempre, el televidente común deja la cama. Pero esta vez es distinto, llevan ojeras olímpicas, de importación.
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