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Crítica:CINE EN TELEVISIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Nueva y ultima opereta de Ernst Lubitsch

¿Cómo va el ciclo que Televisión Española dedica al cine de Ernst Lubitsch?, podría preguntar el crítico, precisamente ahora, cuando la serie de filmes del gran cineasta alemán de Hollywood va a cruzar su ecuador, tras semanas de haberse roto las uñas mecanografiando frases de admiración hacia uno de los más grandes creadores de comedias que el séptimo arte ha dado en los últimos 90 años.¿Gusta a estas alturas y en la pequeña pantalla el cine de Ernst Lubitsch? Es difícil pronosticarlo en una época en que la exquisita cocina del pícaro centroeuropeo, sazonada con las mejores especias, ha sido sustituida por el fast food más lamentable que cabe imaginar. Más aún, habida cuenta de que lo que hoy se lleva en el terreno del cine musical -por ejemplo, esa Salsa o ese Dirty dancing-, ¿qué público, qué paladares, podrán saborear como es debido esta nueva y última opereta de Lubitsch que se titula La viuda alegre y que sin duda se trata de una de sus cintas más celebradas y prestigiosas?

Puertas

Una de las más prestigiosas películas del maestro alemán, sí; y también una de las más picantes, epicúreas y malintencionadas que está coronada por ese Danilo rompecorazones y sus Lulú, Frou-Frou, Mimí y una interminable colección de coristas prestas a dejarse desvanecer en sus brazos con sólo intuir que entra por la puerta.¡Puertas! Ya estamos de nuevo con las puertas lubitschianas, sobre todo la puerta del rey que aparece en el filme, y que es un tipo gordo, un cornudo y enmedallado personaje, que nos proporciona uno de los mejores gags (y ya es decir, tratándose del cine de Lubitsch) de la filmografía de este legendario cineasta, a costa de un cinturón, una puerta y una alcoba.

Esta Viuda alegre que veremos hoy en la televisión es una opereta ubicada en el corazón bullicioso y frívolo del París finisecular, ahí donde nuestro príncipe de un país imaginario (Lubitsch lo busca con lupa en el mapa) sobornará con salami a los perros dobermann que velan a la fémina de todos los sueños; donde se retará, guante en mano, nada menos que con Edward Everett Horton -que adorna el casi de la serie de Lubitsch por tercera semana consecutiva-, donde los asuntos del corazón y de la carne borrarán de un plumazo los restantes asuntos del mundo.

La viuda alegre es una opereta, claro está, del compositor también centroeuropeo, Franz Lehar, la misma que unos cuantos años antes, todavía en los dominios del cine mudo, adaptara a la pantalla silenciosa otro centroeuropeo emigrado a Hollywood Erich von Stroheim.

Y uno y otro cineasta hicieror sus respectivas películas con e mismo operador, Oliver Marsh y, por tanto, con la misma textura visual. Pero en la segunda versión, la que hoy nos concierne pasada esta textura por la batidora sardónica y rococó de nuestro homenajeado.

La viuda alegre es una auténtica delicia kitsch, que por algo e una palabra que rima con Lubitsch.

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