El musical en su máximo esplendor
Un día en Nueva York (On the town, 1949) es uno de esos musicales míticos tocados por la piedra filosofal de la eterna juventud. Su frescura, la calidad de sus números -verbigracia, los antológicos New York, New York y Prehistoric man- y sus intérpretes, la fuente de diversión que despide cada segundo y la delicadeza aérea de su puesta en escena no tienen parangón en la historia del género o, de tenerla, se llaman Cantando bajo la lluvia, Melodías de Broadway 1955 y Siete novias para siete hermanos, y reposan en la misma cúpula de oro.La película catapultó la carrera de dos jóvenes, Gene Kelly y Stanley Donen, que se lanzaron a la adaptación de un gran éxito de Broadway -con guión de Betty Comden y Adolph Green, dos pilares del musical, que se basaron en Fancy free, ballet de Jerome Robbins- y lo hicieron no sólo rompiendo la teatralidad de los números, sino -un riesgo de altura- llevándolos a las propias calles de Nueva York, escenarios naturales impensables en una época de rigurosa fidelidad a los estudios.
Por supuesto, no se trata de descalificar sus precedentes -con piezas tan ilustres como, por no salirnos de la ciudad de los rascacielos, La calle 42-,- sí, en cambio, de reconocer la necesidad de una evolución en el musical y de unas innovaciones estéticas.
En este sentido, Un día en Nueva York significa para el musical lo que 2001: una odisea del espacio para la ficción científica, y como en el caso de Kubrick, puede hablarse de una cima insuperada.
Frank Sinatra, Betty Garrett, Jules Munshin, Ann Miller, Gene Kelly y Vera-Ellen, son los principales intérpretes; la música la firman Leonard Berristein y Roger Edens, y las canciones Arthur Freed, Betty Comden, Adolp Green y Nacio H. Brown.
Fábula política
También procura diversión, aunque sujeta a propósitos de otro rango, ¡Arriba hazaña!, la película que José María Gutiérrez -tras haber filmado con Mario Vargas Llosa la novela de éste Pantaleón y las visitadoras y antes de plegarse a la comedia de ribetes vulgares como Pepe, no me des tormento o la ozoresiana Los autonómicos- realizó en 1978 y que, en clave de fábula política, pretende dar cuenta de la realidad española del momento a través de un colegio de curas de rígida disciplina, cuyos castigados alumnos verán cambiar los mandos de la institución, clara metáfora del golpe de timón emprendido por nuestro Gobierno.
La película, que está basada en El infierno y la brisa, novela original de José María Vaz de Soto, tiene agudeza e inventiva y saca un gran partido de Fernando Fernán-Gómez, Héctor Alterio y José Sacristán, a quienes el alzacuello les sienta de maravilla.
Un día en Nueva York se emite a las 18.00 por TVE-2. ¡Arriba hazaña! se emite a las 22.35 por TVE-1.
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