El arte y la humanidad
Después de su reaparición en Barcelona, el pasado 21 de julio, envuelto en el clamor multitudinario, José Carreras ha vuelto a cantar acompañado por el pianista Vincenzo Scalera. Esta vez desde el Festival del Castillo de Peralada, pero para un público que se cuenta por millones: el de la televisión.La transmisión directa, desde un espacio abarrotado que no permitió grandes movimientos de cámaras, tuvo, en cambio, un calor humanitario y una emoción añadida al hecho artístico. Se ovacionó al gran cantante -modelo ya para muchos-, pero no menos al triunfador vital. Y, en el fondo, nos ovacionamos todos, a nosotros mismos, por tener de nuevo a Carreras entre nosotros.
La prolongada amistad entre Carreras y los Caballé -Carlos, el hermano de Montserrat, es manager de los dos cantantes y director artístico de los ciclos de Peralada- es larga y continuada. En 1971, la soprano y el tenor barceloneses cantaron juntos por vez primera María Estuardo. Ahora la diva se tornó periodista para entrevistar a quien, entre otras cosas, le reconoce magisterio.
De la conversación quedaron claros dos datos: el ideal de Carreras, sentido desde muy joven, de llegar a impactar un día a los públicos como, con otro tipo de voz y técnica, lo hacía el legendario Di Stefano, otro gran José de la lírica, y la admiración y voluntad discipular hacia la sabiduría de Caballé. "Tú me enseñaste a respirar", le decía José a su colega y maestra con espléndida sencillez.
Voz de 'chelo'
Montserrat subrayó, bien merecía la pena, cómo la ópera de Viena y otros grandes teatros habían aceptado con entusiasmo la actuación de Carreras en recital con piano, lo que no es frecuente y en el caso de la capital austríaca resulta inédito.En otro momento, el maestro Ros Marbá o los del piso quinto del Liceo, que asistieron a pancarta desplegada -"Te amamos, Carreras"-, se sumaron al justísimo coro de alabanzas.
El artista, con esa su comedida sonrisa y su gesto revelador de hombre bueno y firme, correspondía a todos con valores muy superiores a la exquisitez de la que usó y abusó la estupenda presentadora Olga Barrios -voz de violonchelo- El modo de hacer de Carreras, el mordente de su voz misma, son algo más: convulsivos, sin lo cual el verdadero arte no se alcanza.
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