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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Turismo colapsado

EL TURISMO mundial supone en la actualidad un movimiento de 325 millones de personas al año. A comienzos del siglo XXI, dentro de 12 años, esa cifra se habrá elevado a unos 500 millones de seres. Para entonces, y en una economía crecientemente terciarizada, el turismo será la primera industria del sector servicios. De esos 500 millones de personas, los países ribereños del Mediterráneo captarán aproximadamente una cuarta parte. De entre ellos, España, que actualmente recibe a unos 33 millones de turistas (más de 50 millones si se incluyen los visitantes en tránsito), ocupa desde hace años el primer lugar, con unos ingresos que en 1987 rondaron los dos billones de pesetas. .Para que las expectativas optimistas de cara al futuro se mantengan -este año se espera un crecimiento del 3%-, se hace preciso ahora un esfuerzo de planificación que estuvo ausente durante décadas. De ello se han ufanado a veces personas que tuvieron responsabilidades en ese área en el pasado, con argumentos como que fue gracias al estímulo de la iniciativa espontánea de los empresarios, sin intervencionismas públicos, que se consiguió el despegue del sector en los años sesenta. Tan espontánea, habría que añadir, que hipotecaron gravemente las posibilidades futuras de esa industria tolerando todo tipo de barbaridades urbanísticas y ecológicas, algunas irreversibles. La reciente ley de Costas ha demostrado, sin embargo, que más vale tarde que nunca, y que todavía es mucho lo que cabe hacer para enmendar los yerros del pasado.

Por otra parte, el hecha de que la oferta turística se concentre en unas pocas provincias y en unos pocos meses del año -sobre la base de la combinación sol-playa- permite mantener abiertas las expectativas de una futura expansión del sector de manera más racional, diversificando la oferta. Pocos países de Europa cuentan con tantas posibilidades en tal dirección. De hecho, existen estudios que demuestran la posibilidad de captar un turismo adicional de calidad, y no necesariamente estival, sobre la base de ampliar la oferta en tomo a actividades como la caza, el golf, los deportes náuticos y de nieve.

La otra cara de la moneda viene marcada por las noticias de estos días sobre los colapsos en los aeropuertos, en particular el de Palma de Mallorca, donde el pasado fin de semana 200.000 pasajeros se vieron afectados por retrasos de varias horas. Este año, primero en que se aplica la directriz de la CE sobre liberalización del tráfico aéreo, el incremento del número de pasajeros en el continente se estima que será del 7%. Pero incluso si ese crecimiento se moderara en los próximos años, estabilizándose en torno al 4% o 5%, la mayoría de los 46 aeropuertos de más tráfico del continente, y entre ellos los de Madrid, Barcelona, Palma y Málaga, vivirán una situación de colapso permanente a partir del año 2000. El problema es, pues, internacional, pero está llamado, si no se pone remedio, a tener una incidencia particularmente grave en un país como el nuestro, cuya economía depende en buena medida de los ingresos relacionados con el turismo. Por ejemplo, una décima parte de los puestos de trabajo.

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De ahí el interés de España por forzar a los demás países de la Comunidad Europea a poner en marcha planes de reordenación del espacio aéreo continental. Los controladores españoles han denunciado, por otra parte, que lo exiguo de las plantillas les hace trabajar el doble de horas que sus colegas de otros países. De esas pocas personas depende la seguridad de millones de seres humanos (12 millones de pasajeros habrán utilizado el aeropuerto de Palma a lo largo de 1988-, el segundo con más tráfico del mundo) e ingentes intereses económicos. Si el Gobierno es consecuente con su voluntad de otorgar prioridad ahora a las infraestructuras, las relacionadas con las comunicaciones deben ocupar un papel central. Lo de estos días puede ser sólo un aviso de efectos muy negativos. Durante la huelga de los aeropuertos de la Semana Santa de 1987 se cancelaron entre el 15% y el 20% de las reservas hoteleras. España sigue contando con importantes ventajas comparativas -y en primer lugar, con un número muy superior de plazas hoteleras-, pero la competencia de países como Grecia, Yugoslavia y Túnez podría hacerse sentir pronto.

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