_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Altos cargos

Al rumor de crisis los funcionarios entran en estado de ansiedad. No les inquieta el propio cambio de ministros sino su efecto multiplicador, porque cada ministro trae coadjutores; cada coadjutor, amistades y parentela, y asaltan las covachuelas de la Administración para su disfrute, hasta la siguiente crisis.El problema del funcionariado es entonces soportar a los advenedizos. Los veteranos que conocieron docenas de crisis dominan el arte de ponerse a socaire de su prepotencia, capear ventoleras y permanecer imperturbables en los relevos, pues saben que el nuevo puede hacer bueno al anterior.

La llegada de la democracia no sorprendió al funcionariado, avezado a los cambios desde siglos. Incluso en el franquismo las crisis suponían conmociones y zarandeos, porque la conchabanza es tan vieja como el mundo, y los delirios de los ministrantes desbordan cualquier ideología, de derechas a izquierdas.

Por fortuna, el alto cargo suele dar la talla, pero los hay atacados de insensatez, y ésos son un peligro público. No más toma posesión, el alto cargo insensato muda despacho, y si puede, hasta edificio; desbarata equipos, posterga, depura, trompica escalafones, encarta allegados en sinecuras y canonjías, reestructura.

Reestructurar supone un gran riesgo, porque si la Administración es fundamentalmente monolítica, el funcionariado es laboralmente dicótomo: una parte suple con generoso esfuerzo la vacuidad que se arroga la otra parte, y así los organismos marchan. Ahora bien, si ponen maulas donde había probos, según suele ocurrir en las reestructuraciones, entonces ya no marchan.

Al alto cargo insensato le obsesiona marcar su impronta, y lo consigue: deja consolidada fama de necio. En el relevo, los funcionarios se dan codazos y susurran socarronamente que no puede disimular el rictus inconfundible de quien lleva media en las agujas. Se trata de una satisfacción fugaz, sin embargo, pues ya irrumpe, fogoso y reestructurador, el nuevo alto cargo, y conviene ponerse al pairo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_