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EUROCOPA 88

Gullit y Van Basten derrotaron a la URSS

Holanda, por fin, consiguió un título y dejó de ser el Poulidor del fútbol europeo y mundial. La calidad individual de sus hombres, tal como había profetizado su entrenador, Rinus Michels, decidió una emotiva final que tardó más de media hora en calentarse. A la URSS, le faltó inspiración en los momentos decisivos, pero Mijail Gorvachov, líder soviético, puede sentirse satisfecho porque sus futbolistas casi dieron tanto por su país corno él en sus reuniones con Ronald Reagan. Ese casi fue lo que impidió a los soviéticos el obtener su segunda Eurocopa. Su concepción del fútbol sigue siendo todavía excesivamente primaria.La droga del fútbol creó ayer más adictos, a pesar de que, como en todas las finales, no hubo un espectáculo depurado. El miedo a perder atenazó a los dos equipos y a sus respectivos técnicos. Tanto Michels como Lobanovski plantearon el encuentro con una táctica conservadora, y durante 30 minutos los espectadores del estadio Olímpico y los millones de televidentes tuvieron que conformarse con contemplar una lucha sorda y dura en el centro del campo.

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La URSS jugaba al ralentí, como si quisiera adormecer a Holanda para soprenderla en un rápido contraataque. Pero el conjunto holandés, escarmentado de su anterior partido con los soviéticos en la primera fase del torneo, no cayó en la trampa. Gullit, su gran estrella, incluso se retrasó hacia el centro del campo para atraer a su marcador, dejando solo a Van Basten. No hubo ningún otro paso atrás de los holandeses.

Todo cambió en el minuto 33, dos después de que Gullit hiciera trabajar a Dassaev en el lanzamiento de una falta. El carismático jugador holandés, con su golazo de cabeza, dio el primer paso para poder dedicarle el triunfo al líder surafricano Nelson Mandela. Al mismo tiempo, también contribuyó a avivar la llama de un partido que estaba languideciendo.

Los soviéticos se lanzaron al ataque, y Belanov, que había sido reservado para jugar la final, falló un gol cantado en el minuto 40, comenzando de esta forma una de esas malas tardes de fútbol que tiene todo jugador.

Sin nada resuelto, y, entre la euforia de unos aficionados que ayer tiñeron Múnich de color naranja, se inició la segunda parte. Y fue ahí donde pudo comprobarse que la máquina de hacer fútbol soviética, programada en el laboratorio, carecía de iniciativa propia. Todo lo contrario le sucedió a Holanda, que supo aprovechar el hecho de tener en el campo a un jugador de la talla de Van Basten. El gol que le marcó a Dassaev era para irse al centro del campo, saludar a la concurrencia y retirarse al vestuario. Pero siguió en el terreno de juego para demostrar a todo el mundo que está completamente recuperado de su lesión y para recoger el título de máximo goleador del torneo por sus cinco tantos.

Siempre existirá la duda de lo que hubiera podido pasar si Belanov transforma el penalti con que fue castigada Holanda por una entrada de su meta -Van Breukelen a Gosmanov. Pero ayer no era el día del jugador soviético. Poco antes de lanzar el máximo castigo había estrellado el balón en un poste, y luego lo lanzó sobre el cuerpo de Van Breukelen. Allí se acabaron la URSS y el partido. Los periodistas comenzaron a escribir sus crónicas, y el público holandés, a vitorear a sus jugadores.

De nada sirvió que el frío Lobanovski sentara a Protassov, totalmente anulado durante todo el encuentro. Holanda, relajada y segura de sus fuerzas, iniciaba el baile final para intentar ampliar el marcador. Todos los esfuerzos soviéticos se estrellaron en Van Breukelen, que ha roto la tradición holandesa de no tener buenos guardametas. Y es que esta Holanda de 1988, sin tener las figuras de aquella mítica naranja mecánica de 1974, es mucho más equipo. Lo dijo Michels, y ayer quedó demostrado en el césped del estadio Olímpico de Múnich, donde no estuvo la RFA, anfitriona del torneo, ni, por supuesto, España.

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