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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Stroheim soberbio, un buen Cukor

El pasado 28 de febrero, TVE proponía, a la una de la madrugada, la obra maestra de Erich von Stroheim Avaricia, y nosotros la saludábamos desde estas páginas como una de esas snifadas que el cinéfilo necesita darse de cuando en cuando para mantenerse en pie, aunque no fuera de. esas películas que baten récords de audiencia ni provocan comentarios encendidos, entusiastas, más allá de esas minorías que saben apreciar en lo que vale tamaña obra de arte. Pues bien, hoy estamos en las mismas: una obra maestra de Stroheim a las siete y pico de la mañana. La marcha nupcial es su título, es posterior a Avaricia y casi el canto de cisne de su autor, pues después de ella ya sólo rodaría tres películas, una de ellas, precisamente la continuación de ésta, Luna de miel, o la segunda parte de un mismo mamut, que tuvo como siempre, problemas con la productora, quedando como una obra que el autor no reconoce como suya.De hecho, desde su tercer largometraje, Esposas frívolas, la corta filmografía de Stroheim fue un calvario. Ninguna película quedó como él pretendía que quedara. Siempre mutiladas en la misma medida en que lo estaban muchos de los tullidos personajes que componen su galería de monstruos. Con todo, su fuerza, su genio, su talento y hasta su humanidad siempre cruel, tortuosa siempre, fueron tales que tal como quedaron sus filmes seguían siendo piezas maestras. Arte decisivo para su tiempo y para nuestro tiempo, La marcha nupcial es un magnífico ejemplo de la gran altura que cosechó su cine. Es un filme torrencialmente romántico, de un romanticismo desesperado, barroco, agónico. Narra el imposible amor que une y desune a un aristocrático oficial del Ejército austrohúngaro con una bella pueblerina. La mirada de Stroheim es al propio tiempo tierna y cínica, apasionada y descreída. Pero en todo momento sutil, humana, comprensiva, dotada de una sensibilidad inigualable que hace que escenas tan aparentemente desprovistas de significado como la de Mitzi poniendo un ramillete de flores en la bota del jinete alcancen una dimensión sobrecogedora, dada a través de una mirada, un gesto, una impostación. Lo dicho: una saludable snifada al alcance, ya, de muy pocos.

El teniente Robinson se emite a las ,16

05. Justine, a la 1. 15. Chopin, a las 5.05. La marcha nupcial, a las 7.05. Todas ellas, por TVE-1.

Digna de ver

No tan magnífica como La marcha nupcial, pero francamente buena y digna de ver, es Justine, la adaptación que George Cukor llevó a cabo en 1969 de la primera novela del Cuarteto de Alejandría. Por supuesto, más de un ferviente admirador de la obra de Durrell echará pestes ante la contemplación de la película, pues en apariencia le falta arrojo ante los temas duros, las aristas escabrosas que el texto toca, y eso puede ser culpa -en realidad lo es- del guionista, Lawrence B. Marcus, pero Culcor -que tomó la película cuando ésta ya estaba empezada por Joseph Strick, director que fue expulsado por la productora- le imprime carácter, elegancia, mucha elegancia, clima, y saca gran partido de un reparto imposible sobre el papel, ecléctico, disparatado y cosmopolita a más no poder. Que no está mal Justine, caramba.

Lejos de Culcor y de Stroheim, muy lejos, se hallan El teniente Robinson, típico producto Disney, con Dick van Dyke y mucha belleza femenina y palsajística, y Chopin, que no es un Nopic del compositor, sino un filme costumbrista italiano con la música de protagonista.

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