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Ningún minero sobrevivió a la explosión de Borken

AGENCIAS Los familiares de los mineros que habían quedado encerrados en el pozo Stoizeh, de la mina de lignito de Borken, en la República Federal de Alemania (RFA), se congregaban a media tarde de ayer en la entrada del pozo para ver salir los cadáveres de sus allegados. A esa hora habían sido rescatados 35 cuerpos, y las autoridades indicaron que con toda seguridad no habría supervivientes entre la veintena de personas que seguían bajo tierra a causa de la terrible explosión de grisú que se produjo el miércoles.

Los equipos de rescate habían perdido toda esperanza de hallar con vida a los mineros que seguían encerrados en el pozo, en el que el miércoles se produjo una explosión de grisú que, a su vez, provocó una segunda explosión de grisú que envenenó todas las galerías con monóxido de carbono. El alcalde de la localidad, Bem Hessler, señaló que "prácticamente no existen posibilidades de encontrar supervivientes en la mina", en la que durante la noche del miércoles al jueves se detectó un nivel de monóxido de carbono cuatro veces superior a la dosis mortal.Erwin Braun, director de la mina, propiedad de la segunda empresa productora de electricidad en la RFA, Preussen Elektra, comentó ayer que los cadáveres de algunos de los mineros rescatados indicaban que habían muerto en el momento de la explosión; sin embargo, otros fueron encontrados con las máscaras de emergencia colocadas sobre sus rostros, lo que indica que los mineros debieron sufrir una horrible y lenta agonía, ya que, explicó Braun, los aparatos de respiración tienen una duración de sólo tres horas.

Trabajadores turcos

En la entrada del pozo, los familiares de los mineros de la localidad de Borken enterrados esperan con dignidad, a pesar del asedio de los fotógrafos, la salida de los cadáveres de sus familiares.

Un poco más lejos, a un lado de la carretera que discurre a un lado de la mina y se pierde en una colina cercana, un grupo de mujeres turcas, erguidas, se coge de la mano. Son las esposas, madres o hermanas de los 14 o 17 mineros de esta nacionalidad -la cifra exacta no ha podido aún ser determinada que permanecen en el subsuelo. La mayoría proviene de la cuenca hullera turca de Zonguldac, en el mar Negro. La mitad de los trabajadores de la mina es turca.

Del total de 57 mineros que se hallaban en el interior del pozo Stolzenbach cuando se produjo la explosión han sido rescatados 35 cadáveres.

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La explosión, que se produjo a las 12.30 del pasado miércoles, fue de tal magnitud que derribó varios edificios y afectó a ocho mineros que finalizaban su turno y se hallaban en el exterior a los que causó heridas graves.

Wulf Boettcher, responsable de la búsqueda, indicó que los trabajos no finalizarán hasta encontrar al último minero, aunque reconoció que las esperanzas de hallarlos con vida eran "prácticamente nulas". Entre los desaparecidos se encuentra un joven estudiante que había decidido trabajar como minero para poder pagarse sus estudios.

Las víctimas se encuentran en una galería de la mina situada a 100 metros de profundidad, y los equipos de salvamento trabajan desde tres puntos distintos intentando abrirse paso, con suma lentitud, para llegar al lugar en el que se supone que se encuentran los 22 mineros que todavía siguen sin ser localizados, dado que existe aún riesgo de que se produzca una nueva explosión y es necesario renovar continuamente el aire, lo que los equipos de rescate hacen a base de practicar agujeros que permitan la entrada y salida del aire.

Paradójicamente, la mina de Borken, una de las últimas minas subterraneas de lignito que subsisten en la RFA, tiene previsto acabar sus operaciones en 1993 debido a que sus recursos se están agotando. Tanto el alcalde de Borken, como portavoces de la empresa propietaria indicaron que se había creado un fondo económico especial para indemnizar a las familias de las víctimas.

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