Altos vuelos

Alas, además de ser una buena película, es una película histórica: la primera que ganó el Oscar a la mejor producción del año, el año de gracia y de alguna que otra desgracia de 1927. Se trata de un filme bélico, ambientado en la I Guerra Mundial, en el frente europeo y circunscrito en la aviación, dirigido con inmensa energía por William A. WeIlinan, entonces en el albor de una carrera que habría de ser notable -como el espectador pudo com probar hace unos años a través del excelente ciclo que TVE le dedicara-, pese a que la crítica jamás lo contemplara con espe cial atención.Alas es, ya se ha dicho, una buena película, una película ágil, dinámica, viril, épica y romántica, de una epicidad y un romanticismo propios de la era del cine mundo y el esplendor de los pioneros. Pero también es un filme sobre la amistad -ribete hawksiano acentuado por el marco aeronáutico- entre dos hombres, dos pilotos que habrán de tomar conciencia de los límites de esa amistad cuando una hermosa joven seduzca sus corazones.

Curiosa de ver hoy, cuando menos, puede ser La viuda andaluza, de Francesc Betriu, la película que realizara el cineasta catalán antes de emprender la adaptación de La plaVa del Diamant y una obra donde todavía lucía ese estrambótico desfile de personajes y situaciones característico de un cine que todavía luchaba con censuras e intolerancias, aunque La viuda andaluza llegó tarde, en 1977, cuando ya no cundían los mismos efectos los postulados de Corazón solitario o Furia española. Con todo, esta peculiar adaptación de El retrato de la lozana andaluza, obra de Francisco Delicado, escrita en 1528, posee ciertos atractivos.

Por lo que hace a El asesino cándido, se trata de una desconocida producción sueca, dirigida por Hans Alfredson en 1981, sobre los brotes de nazismo en Suecia allá por los años treinta, mientras Hoguera de odios es una de indios con el encanto -aquí relativo- de los productos de serie B y el de un reparto macizo.