Fracaso de los partidos de centro en las municipales británicas
El Partido Laborista presentó ayer el magnífico resultado conseguido en las elecciones locales del jueves, en las que logró más de cien nuevos concejales y el dominio de siete nuevos ayuntamientos, como una condena popular de la política de Margaret Thatcher. Los conservadores, que apenas modificaron su número de ediles, obtuvieron el control de otros siete municipios, lo que les permitió hablar de éxito. Los partidos del centro pasaron una amarga noche electoral. Para los socialdemócratas de David Owen, estas elecciones han sido un fracaso absoluto.Neil Kinnock, el líder laborista, dijo que los resultados eran "una excelente victoria" que había dado unos frutos "más allá de lo esperado". Según él, el electorado se había manifestado contra Thatcher y reclamó el cambio al optar por "hacer frente a la centralización, el -nuevo- impuesto municipal y el latrocinio de la seguridad social perpetrado por los conservadores".
Los conservadores mantuvieron virtualmente el número de concejales y lograron siete nuevos ayuntamientos. No obstante, fracasaron en sus principales objetivos, el más notable de ellos Birmingham, la segunda ciudad británica, que esperaban recuperar de los laboristas.
Los dos partidos surgidos del conflicto en la antigua alianza socialdemócrata-liberal sufrieron un notable varapalo. Los demócratas, que considera David Steel, perdieron alrededor de un 10% de apoyo popular, pero la dirección del partido se escudó en las disensiones sufridas en el último año para justificar el resultado, que no fue tan malo como vaticinaban lo sondeos. Para los socialdemócratas de Owen, esta primera cita con las urnas no ha podido ser más desoladora. En este grupo ya se habla de que en el futuro habrá que llegar a alianzas con los demócratas, posibilidad que éstos rechazan de plano.
En Escocia, donde los laboristas mantuvieron holgadamente su tradicional buena posición, los nacionalistas consiguieron casi la cuarta parte de los votos, mientras los conservadores, considerados como extraños en la región, seguían renqueando. En Gales, los laboristas confirmaron sus buenas expectativas.
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