Los turbios negocios de un joyero
Las conversaciones telefónicas, de Venero, 'amigo' de policías y ladrones, salpican a los agentes
, "Huy, eso ni tocarlo", dijo por teléfono el inspector de policía Miguel Angel Bercianos. Lo que el agente no quería que tocasen sus compañeros del grupo de compraventas era al joyero santanderino Federico Venero. "A este hombre le conozco hace años", agregó el policía. Cuando se desarrollo esta conversación -en la tarde del 27 de septiembre de 1985-, Venero era para varios agentes amigo y confidente de calidad.
Federico Venero es el amigo que llevó con sus declaraciones a algunos de los policías a ser procesados por la justicia e incluso a sentarse en el banquillo de los acusados por la desaparición de Santiago Corella. Antes de denunciarles por supuestas corrupciones, Venero tuvo tiempo para hacer múltiples tratos con delincuentes habituales, a quienes luego delataba, mientras se escudaba en unos y en otros para sus turbios negocios.El cambio de destino en 1985 de los responsables policiales de Santander trajo como consecuencia que Venero perdiera algunos de sus apoyos. Los nuevos hombres de la Brigada Regional de Policía Judicial de aquella ciudad sospecharon de las extrañas actividades del joyero y solicitaron del juez correspondiente permiso para intervenir su teléfono.
Las conversaciones telefónicas de Venero entre el 16 de septiembre y el 28 de noviembre de 1985, grabadas por la policía y cuya transcripción obra en poder de EL PAÍS, apuntan implicaciones del joyero en presuntas operaciones de receptación de joyas y obras de arte robadas y en tráfico de drogas, algunas de las cuales salpican a agentes de la ley. Varias de estas conversaciones demuestran también una estrecha relación entre Venero y uno de los delincuentes que atracaron su joyería el 18 de septiembre de 1981.
Miguel Ángel Bercianos, actualmente procesado por la Audiencia Provincial de Santander por un delito contra la salud pública (tráfico de drogas), era uno de los inspectores que desde su destino en Bilbao más relación tuvo con Venero. Cuando Bercianos supo que sus compañeros del grupo de compraventas tomaban interés por una pulsera hecha por el joyero con brillantes de dudosa procedencia, decide proteger a Venero. "A los del grupo, delante del jefe, les he dicho: 'por favor, este hombre lo conozco hace años; digo, Javier le conoce igual que yo, o mucho más que yo". El comisario Francisco Javier Fernández Álvarez, entonces jefe de la Brigada Regional de Policía Judicial de Bilbao, es uno de los siete procesados por la desaparición del Nani. "Os rogaría que cuantos menos se enteren, mejor; que nada, que no hay ningún problema", añade Bercianos, quien comunica al joyero: "Te has librado de una de la hostia".
Días después, el mismo inspector le dice a su amigo: "Te parecerá poco que no te han detenido. Porque llamaron ya a Santander y [...] sin contar con nadie, eso que estaba yo al loro y le oí hablar en el despacho del jefe". Bercianos agrega: "Bastante he hecho yo en taparlo y en decir: 'oye, estaros quietos'".
Tráfico de drogas
El joyero santanderino resulta también relacionado en estas conversaciones con un posible tráfico de drogas, delito por el que la Audiencia de Santander lo ha procesado. El 19 de octubre de 1985 Venero llamó a una tal Mariam. El diálogo fue el siguiente:
Mariam: "Me tienes con esa mierda por la calle todo el día".
Venero: "Tíralo, joder".
M: "¿Lo tiro?".
V: "Claro. [...] tíralo, ya está".
M: "Fede, ¿sabes con qué debe estar cortao?".
V: "¿Con qué?".
M: "Con escayola o algo así [...] alguna mierda de ésas".
V: "Bueno, pues oye, tíralo y ya está".
En otras conversaciones, Venero increpa a José Antonio Castillo López, Cabezón, con antecedentes policiales por tenencia ilícita de armas y perista, porque este último le devuelve "talco con algo machacado" en vez de la mercancía que el joyero le había remitido previamente para su custodia. Venero dice el 17 de octubre: "Aquello por lo menos tenía algo, esto no es nada. Por lo menos era malo, pero tenía algo".
La Guardia Civil estima también que Venero receptó cuadros "de dudosa procedencia", según un atestado instruido el 4 de julio de 1985. Agentes de ese cuerpo registraron en tal fecha la joyería Rubí, propiedad de Venero, y en ella descubrieron siete cuadros -entre ellos un Julio Romero de Torres- y tres tallas sobre las cuales el joyero no pudo acreditar claramente su tenencia. La Guardia Civil detuvo entonces a Venero por este hecho.
El joyero declaró que parte de las obras las había adquirido él "en la India y Nepal" y que el resto le habían sido entregadas por dos personas, una de ellas un tal José Romadilla Torre, conocido de Venero, quien también le dejó fotografías de otros dos cuadros. Estas fotografías, según la misma declaración del joyero ante la Guardia Civil, "se las llevaron a Madrid, al grupo dedicado a los robos de obras de arte" unos "conocidos policías": Victoriano Gutiérrez Lobo, procesado por la desaparición del Nani, y Adelardo Rafael Martínez García, procesado por tenencia ilícita de armas en el sumario de Santander. Según Venero, posteriormente se trasladaron a Santander para fotografiar los cuadros el comisario Fernández Álvarez y el inspector Bercianos. A todos ellos acusó Venero, tiempo después, de integrar una mafia policial. Tres meses y 21 días después de este atestado de la Guardia Civil, Venero informa al inspector Antonio Caro Fontanillo procesado por tenencia ilícita de armas, que José Romadilla le había amenazado "por lo de los cuadros". Venero previno a Romadilla con pegarle "cuatro tiros", según cuenta a Caro.
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