Buda y Marx se dan la mano en Laos
El régimen comunista del país asiático prefiere utilizar el budismo en vez de combatirlo
Son las 5.30 de la madrugada en Vientiane, la capital de Laos. Vestidos de color azafrán, los monjes, y con novicios budistas, poco antes de que el sol ilumine de nuevo esta tierra salen en procesión de sus pagodas para ir a recoger por las calles la limosna matinal. Gente arrodillada, de todos los sexos y edades, les da arroz hervido y otros productos comestibles. Los monjes regresan a sus pagodas. Y muchos de ellos encienden un pitillo. Fuman como carreteros. La imagen no debe sorprender en Asia. Pero éste, no hay que olvidarlo, es un régimen comunista."El budismo y el marxismo tienen muchas cosas en común. La organización budista es como la organización marxista, y su objetivo es también liberar a la gente del sufrimiento", dice Boun Yok, de 58 años, profesor de filosofía budista de la Escuela de Monjes de Vientiane. En algo más se parecen, añade con tranquilidad: "No creemos en Dios sino en uno mismo".
En algunas cosas, sin embargo, hay diferencias, explica Yok. El problema del budismo es el nirvana espiritual, la próxima vida, la reencarnación. Además, "los monjes viven de la limosna de la gente. Para el marxista, sin embargo, el que trabaja come y el que no trabaja no come".
Los monjes no pueden trabajar la tierra. Pero en los últimos años, desde la revolución o liberación, como la llaman, de 1975, no siempre ha podido librarse de ello en el Laos comunista, aunque ahora se trate de un comunismo muy sui géneris. Los monjes también han tenido que cultivar para comer.
Los comunistas utilizaron al principio a los monjes y luego intentaron suprimir o reducir la influencia de la organización budista. El patriarca supremo, Thainmayano, tuvo que dejar su cargo en 1976, con más de 80 años, de edad, y se convirtió en asesor presidencial. Luego escapó, flotando sobre el Mekong, a Tailandia. Su cargo quedó suprimido y reemplazado por la Asociación Budista Unida de Laos, controlada por el partido.
El vicedirector
En los últimos años, coincidiendo con la relajación de la colectivización forzosa, las autoridades, incapaces de oponerse al budismo dada la resistencia de la población, han preferido domarlo. Para el budismo, "la situación es mejor ahora que en 1976", señala. Chan Hom, vicedirector de la Escuela de Monjes Budistas de la capital.A sus 45 años, Chan Hom tiene una larga historia personal a este respecto que refleja la adaptabilidad de los laosianos a las situaciones cambiantes. Fue monje durante 15 años. Luego colgó los hábitos -me secularicé- y se casó. Tiene seis hijos. Era ya vicedirector del centro en 1972, antes de la revolución, y permaneció en el puesto. Ahora es miembro del partido comunista y enseña marxismo en el centro.
Los altos cargos, incluido el secretario general del partido y primer ministro, Kaysone Fomvihane, se dejan ver en las funciones religiosas. El calendario oficial es casi el mismo que el religioso. Algunos altos cargos incluso, como es tradicional en el budismo, comparten durante algunos días al año la vida de meditación y ayuno de los monjes.
Antes de 1975 había 18.000 monjes y novicios, señala Chan Hom. Ahora hay 15.000 en unas 2.000 pagodas. Unos 1.500 monjes están en la capital. En la escuela de Vientiane, financiada por el Estado, hay este año 265 estudiantes-novicios y 35 profesores (de los cuales 15 son monjes). Su programa de estudios lo fija el Ministerio de Educación en base a 15 materias que, según Chan Hom, incluyen ciencias naturales y exactas, ciencias sociales y cuestiones religiosas. Los bonzos se dan así a la matemática. Según otras fuentes, la enseñanza misma del budismo se ha de hacer fuera de horas. Los monjes aprenden inglés y ruso, y no francés.
Todos se educan para ser profesores, y la pagoda atrae a muchos jóvenes -a partir de los 10 años- como plataforma para otros futuros derroteros. Los que entran a estudiar para monjes se han de comprometer a ir de enseñantes a las provincias durante los dos años siguientes al final de sus estudios.
Medicina tradicional
Los monjes tienen un papel des tacado en el sistema de enseñanza de Laos, aunque sea a menudo de una manera informal. En la pagoda de Sianpon hay un escuela primaria para 60 chicos. Pero los maestros vienen del Instituto Universitario de Pedagogía. En las pagodas también se imparten cursos, por la tarde, de lenguas o de otras materias.Otra función social de los monjes budistas es la práctica de la medicina tradicional. No es sólo que en algunas pagodas se pueda experimentar lo que es una sauna con vapores de hierbas especiales y una infusión rojiza, sino que estos conocimientos milenarios se traducen también en píldoras y diversos brebajes curativos. El Gobierno está actualmente fomentando la medicina tradicional (la Unicef participa en algunos de estos programas), por ser más barata que la medicina occidental y basarse en la cultura laosiana.
De día, los monjes siempre van con un paraguas para protegerse del sol -en la temporada seca- o de la lluvia -cuando los monzones-. Como la mujer del Extremo Oriente, se protegen el cutis, y en este caso la cabeza rapada, contra los rayos del sol. El paraguas, de apertura automática, es tailandés.
La nueva tecnología ha entrado en las pagodas. Algunas de las colectividades de monjes disponen de cadenas de música hi-fi, televisión y vídeos. Los monjes, a veces, cogen un ciclotaxi y no pagan. Sin duda, el que da pedales acumula así méritos para una mejor reencarnación.
En contra de Lenin, Bun Yok no considera que el budismo sea el opio del pueblo, y "por eso sobrevive a la revolución". Pero es que la revolución utiliza también al budismo laosiano como un factor para fomentar el nacionalismo. ¿Qué durará más, el budismo o el marxismo? "El budismo tiene 2.531 años (llegó a Laos hace 600). El marxismo se estableció hace sólo 100", contesta lacánicamente Yok, y añade: "El budismo también funcionó con el feudalisino".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.