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FÚTBOL/ COPAS DE EUROPA

Hugo Sánchez había visto 'Robocop'

Alex Martínez Roig

Para romper el tedio de la concentración, los jugadores del Madrid decidieron ir al cine. Escudriñaron en la cartelera y, alguien -¿por qué no Hugo Sánchez?- eligió ir a ver Robocop, una película cuyo protagonista es un policía mitad hombre, mitad robot y que, desde luego, no tiene nada de romanticismo. Cuando salieron del cine, el mensaje había calado. En el campo, ante el Bayern, había que ser como robocop. La historia entre ambos clubes está cargada de tensiones, codazos y hasta patadas en la boca. A estas alturas, en un Bayern-Madrid sería suicida salir con un ramo de flores.Pero ya en el césped, Hugo Sánchez se apropió totalmente del papel de malo de la película, y sus compañeros se dedicaron a jugar al fútbol. En la primera parte, las escaramuzas se redujeron a un reparto de codazos con Pfaff. Pero en la segunda, Hugo Sánchez logró, él solo, poner nervioso a todo el equipo bávaro.

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Pfaff y Hugo no son precisamente dos ingenuos románticos del fútbol. Ambos conciben el fútbol como una batalla. Tu me das una patada, yo te devuelvo otra más dolorosa. De pronto quedó suelto un balón largo. Pfaff fue hacia él con las dos piernas por delante. No había bondad en su salida. Hugo le encaró sin pestañear, saltó un poco y dejó la bota lo suficientemente baja como para golpear en la cadera del portero. No había piedad en su salto. Pfaff se retorció de dolor en el suelo. Con un saltito más corto de lo que hubiera sido caballeroso, Hugo había logrado lo que no consiguió ni toda la artillería pesada de los Ubrasur, desestabilizar al Bayern.

A partir de ese momento, el Bayern perdió los papeles. Y, como Hugo había actuado con picardía, el árbitro se alió con el Madrid. Faltaban 22 minutos para el final, y Hugo se convirtió en el objetivo prioritario de los alemanes, casi por delante de la victoria. Defensa que se acercaba a Hugo, pierna que tropezaba con el mexicano. Hasta tres veces tuvo que salir el masajista para echarle un poco de agua. Hugo Sánchez actuaba como un kamikaze suicida, y los alemanes no se dieron cuenta de que habían caído en la trampa hasta que llegaron al vestuario. Pfaff quería pegarle y no sabía cómo. Los defensas querían enviarle al hospital, pero no acertaban en sus entradas. Y, mientras, dejaban pasar los 20 últimos minutos de su vida europea en los que el Madrid no pasaba agobios.

Hugo Sánchez, un jugador con fama de individualista en un colectivo de amigos como el madridista, había concentrado sobre sí todo lo que quedaba de energía en los alemanes. La trampa funcionó.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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