Bolas defectuosas
Los jugadores de golf, como la mayoría de los deportistas, tienen sus pequeñas o grandes manías. Con ellas, a veces, justifican lo justificable e incluso lo injustificable. Un golpe que se considera bueno de ejecución, pero cuyo resultado no es el esperado, puede deberse a diferentes factores, como, por ejemplo, el viento. Sin embargo, cuando no se aprecian influencias de esta índole, hay que buscar otra explicación. La bola suele cargar entonces con la culpa.El hoyo 16 del campo mallorquín de Santa Ponsa, de 400 metros, presenta un giro de 90 grados a la derecha. Desde la salida hasta la bandera, en línea recta, media un lago. Un profesional de la categoría de Severiano Ballesteros es capaz de superar esa dificultad para forzar la consecución del birdie si las apreturas clasificatorias se lo exigen. Pero, si no es menester arriesgarse, lo lógico es que intente situar la pelota justamente en la doblez de la calle por el camino terrenal, eludiendo el acuático. Y el cántabro así lo hizo ayer. Pero su primer lanzamiento se le quedó corto.
Ballesteros anduvo pensativo hacia la bola. Creía haber apreciado algo raro. De inmediato, el segundo no la llevó al green, sino que, desviada a la izquierda, cayó en una trampa de arena. Ya no había duda alguna. Y se lo comentó a su caddie, su hermano Vicente: "Está defectuosa y hay que prescindir de ella en cuanto la emboque". Severiano estaba seguro de que en las dos ocasiones había hecho unos extraños en el aire. Desde su perspectiva, había sido así. Desde otras, tal vez no. Es posible que un colega se hubiera sentido a gusto con ella. Pero la experiencia de dos tiros seguidos sin alcanzar los objetivos deseados era definitiva para él.
Del bunker la sacó de forma excelente. La colocó tan cerca del agujero que pudo conseguir el par, cuatro golpes, sin mayores problemas. La pelota ya no le había vuelto a gastar una jugarreta. Pero estaba condenada. Se fue a descansar de tanto apaleamiento al fondo de la bolsa de Vicente. Ya sólo servirá para los entrenamientos.
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