El Madrid, sin instinto 'depredador', cayó en Atocha
Al Real Madrid le faltó esta vez instinto depredador. Su control fue meridiano durante buena parte del encuentro, y no le faltaron oportunidades, pero en Atocha los jugadores de Beenhakker no dejaron ver su famosa capacidad para demoler a los contrarios. Y la Real Sociedad, que jugó muchos enteros por debajo de lo acostumbrado, incluso llegó a temer el revolcón, sacó un resultado magnífico, propiciado sobre todo por el estado de gracia que vive Bakero.
El combate fue sordo en todo momento. El gol de Bakero apenas alteró el desarrollo de un partido opaco, jugado con recelo por las dos escuadras. Beenhakker ordenó una severa vigilancia sobre Bakero, que ahora mismo está tocado por los dioses y Beguiristain, un futbolista que vive de la inspiración.
Chendo y Solana se alternaron en el marcaje de los dos delanteros donostiarras, según la posición que ocuparan en el terreno. En la pelea se diluyó Beguiristain, que tiende a desorientarse cuando le asignan un perseguidor. Bakero, por el contrario, se movió con soltura e intención, la mayor parte de las veces colocado como pivote, a la manera que nos enseño Keegan. La movilidad de Bakero organizó algunas fracturas en la línea defensiva del Real Madrid, aparentemente ordenada y serena, pero desestructurada en los primeros acelerones donostiarras.
Sucedió, sin embargo, que la Real no encontraba al hombre que repartiera la baraja. Zamora no daba muestras de frescura, y no se podía esperar que Santi Bakero y Uría, dos jornaleros, tomaran el mando estratégico. Las dificultades de construcción se paliaron por el valor del gol, todo un tesoro en el torneo de Copa.
Desprovisto de oxígeno el centro del campo de la Real Sociedad, el equipo de Beenhakker tuvo tiempo y espacio para manejar el partido. La célebre media madridista desaprovechó la oportunidad. Cierto que Martín Vázquez hizo un par de demostraciones de talento pero las más de las veces se perdió en el carrusel del partido. Y también fue verdad que Michel acabó por superar al tenaz Uría, pero se echaba a faltar el hilo creador.
El problema se solucionó por accidente. Solana, lesionado, cedió los trastos a Jankovic, que se asentó en el lugar que siempre necesita su equipo, en el centro del espinazo del Real Madrid, con Martín Vázquez a la izquierda y Michel a la derecha. El yugoslavo desgranó una buena colección de pases inteligentes que acabaron por descomponer el entramado central donostiarra.
Imperceptiblemente el Real Madrid tomó palmo a palmo el terreno. Entrado el segundo tiempo, Hugo Sánchez mandó junto al poste un balón que le había colocado maravillosamente Gordillo. Instantes después, ante la desconcertada defensa donostiarra, Sanchis metió el zapato ante el estupor de la parroquia, que veía la pelota en la cueva. El balón se fue por la derecha. Las dos ocasiones dejaron sentado que el partido se había decantado de lado madrileño de forma evidente. Pero al equipo de Beenhakker le faltó el instinto criminal, y en los trances coperos la blandura se paga.
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