Johnson, en Madrid, quedó lejos de sí mismo
Ben Johnson dejó fríos a los 8.000 espectadores del Palacio de los Deportes de Madrid. Intentaba el récord mundial de los 60 metros (6.41 segundos) y quedó lejos de sí mismo. En los 100 metros de los Mundiales de Roma había sido capaz de superar, extraoficialmente, ese registro, porque pasó los 60 metros en 6.38. Johnson, él lo había anunciado, estaba en mejor momento que entonces. Hizo 6.49. Fueron 11 centésimas de diferencia. Eso equivale a que para haber sido el mismo de Roma tenía que haber estado más de un metro por delante en su carrera de ayer. Y esa distancia, visualmente, se nota. Sus rivales estuvieron siempre muy cerca de él.
Johnson, jamaicano de 26 años nacionalizado canadiense, es el plusmarquista mundial de 100 metros al aire libre, con 9.83 segundos, y de tres récords en pista cubierta, uno de ellos el de 60 metros. Llegó como la gran figura del Memorial José María Cagigal. Hizo dos carreras, la primera, semifinal, en 6.69 segundos, frenando su carrera a los 40 metros, y la segunda, final, en 6.49, después de una salida nula, provocada por el belga Desruelles, en la que Johnson dio una muestra de su control mental. No movió ni las pestañas. Los otros cuatro finalistas, en cambio, cuando vieron en acción a Desruelles y oyeron, décimas después, el disparo, se lanzaron hacia la meta. Cuando frenaron, con el segundo disparo, estaban diez metros delante de Johnson. Éste, mientras, continuaba inmóvil, con los dedos extendidos sobre la línea de salida y la cabeza entre los hombros. Después vino la salida buena. La puesta en movimiento de Johnson fue buena, pero no sensacional. Esta vez no fue un fogonazo. Salió el primero, pero sin gran ventaja. Luego, ya vertical, aumentó las diferencias. A su izquierda, Butler (EE UU), Williams (Canadá) y Desruelles cedían terreno, pero no medible en metros. Era la prueba de que no podría haber récord. El Johnson de Roma hubiera cobrado una ventaja escandalosa, como la que sí dispuso, por ejemplo, de sus rivales de la derecha, Arques y Gascón. Pero ellos no eran la referencia.
Johnson cruzó la meta y se lanzó hacia el peralte para frenar. Por la mañana, Charlie Francis, su entrenador, había recomendado reforzar las colchonetas que, arriba, en la parte superior del velódromo, le esperaban si aún su potencia era capaz de elevarle hasta ellas. No fueron necesarias. Se dejó caer sobre la pared, casi vertical, del velódromo. Fue otra referencia de que no había récord. El Johnson capaz de alcanzar una velocidad superior a los 43 kilómetros por horas, sí hubiera llegado hasta arriba.
A Johnson se le habían concedido todas las facilidades para el récord. Incluso un muchacho sujetó con los pies, sentado en el suelo y apoyada la espalda, los tacos de salida del plusmarquista. Eran tacos con los clavos de sujección desgastados que ya antes se hyabían desprendido en las calles por las que salieron Pavoni (Italia) y Carlos Sala. La ayuda sirvió de poco.
No hubo declaraciones
Al término de la carrera, Johnson saludó con un brazo, recogió del podio una medalla y un oso de trapo, y se fue al hotel. Sus únicas palabras fueron: "Estoy muy cansado. No quiero hacer declaraciones".
De todas formas, aunque no superó su récord, fue una gran marca y Johnson la consiguió después de tres días de absoluto descanso. El sábado por la noche viajó desde Canadá a Madrid, se encerró el domingo en el hotel, que sólo abandonó para cenar e ir a una discoteca, el lunes hizo una corta salida después de comer y ayer salió a la calle sólo para dirigirse al Palacio de los Deportes. Durante su prolongada estancia en su habitación sólo recibió alguna visita femenina.
Este absoluto descanso antes de intentar un récord en una prueba de velocidad no se considera del todo negativo. La velocidad no se pierde en tres días, y la resistencia, que es el factor que más se beneficia del entrenamiento, no se precisa para correr rápido. Para esto es necesario mantener intacto el sistema nervioso y los entrenamientos intensos antes de una competición lo que provocan es su desgaste. Johnson lo que hizo ayer fue salir en dos carreras, la primera para despertar sus nervios, y la segunda para ponerlos a punto en su intento de llevar aún más lejos los límites del hombre.
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