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La junta de accionistas aprueba la recompensa de 600 millones de pesetas a los antiguos propietarios

Andreu Missé

La junta de accionistas Banca Catalana aprobó ayer -en un china de satisfacción contenida en ocasiones calentado por intervenciones nacionalistas más políticas que económicas-, las operaciones propuestas por la dirección, conducida por el Banco de Vizcaya, para recompensar con 600 millones de pesetas a los antiguos accionistas afectados por la crisis de la entidad, así como una ampliación de capital hasta el doble del actual, que quedará fijado en 30.687 millones, y la salida a bolsa de la sociedad.El presidente Alfredo Sáenz explicó en su intervención, en lengua catalana, los pasos a seguir para recompensar a los accionistas que tras la crisis vieron convertido el valor de sus títulos de 1.000 y 5.000 pesetas a una y a cinco pesetas, respectivamente. Con las operaciones aprobadas, los antiguos accionistas recuperarán el valor de su inversión inicial, según el presidente, quien dijo: "El Banco ya está totalmente saneado". Sáenz anunció soluciones parecidas para el Banco Industrial de Cataluña. La junta facultó al consejo para efectuar nuevas ampliaciones de capital y emisiones de obligaciones, hasta 30.000 millones de pesetas, lo que supone la ratificación de los proyectos de expansión anunciados por el presidente. La Junta aplaudió la gestión del equipo del Banco de Vizcaya.

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En el turno de palabras, la intervención de Antoni Maria Pugés, antiguo y nuevo accionista, fue la que recibió mayor apoyo. Pugés felicitó al consejo por su gestión y la sensibilidad de retribuir a los accionistas y porque "habéis demostrado que el problema de Banca Catalana se podía resolver sin necesidad del trauma, tal como algunos ya creíamos, y porque habéis contribuido a recuperar el prestigio y buen nombre de vuestros predecesores en el consejo".

Josep Espar Ticó, animador cultural y dirigente de Convergència Democrática que en los momentos de crisis encabezó un movimiento para salvar Banca Catalana y dijo hablar en nombre de muchos accionistas, realizó una larga y polémica intervención en la que Regó a criticar a la presidencia por su utilización de la lengua catalana, que consideró defectuosa e interesada. Espar felicitó con la boca pequeña al consejo por su gestión y se lamentó, paradójicamente, por las condiciones de compra de las acciones de Catalana en poder de La Caixa "desfavorables para la caja y ventajosas para el banco" y por las presiones ejercidas sobre varios accionistas para que delegasen el voto a la dirección.

Otras intervenciones calificaron de discriminatoria y escasa la recompensa ofrecida por el Vizcaya. Un accionista rechazó la recompensa y pidió, en su lugar, poder suscribir un número de acciones nuevas equivalente al que poseía de antiguas. Otro criticó a la dirección por no haber advertido a los accionistas de la posibilidad de estas operaciones, algunos de los cuales vendieron sus títulos el pasado diciembre, a bajo precio, a través de la propia Banca Catalana.

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