_
_
_
_
_
CUARTOS DE FINAL DE LA COPA DEL REY

Osasuna controló al Castilla

Era tan poco lo que había que ver anoche sobre el césped del Bernabéu que los plomos se fundieron sin que nadie pusiera el grito en el cielo. La iluminación eléctrica falló totalmente en los fondos y de modo parcial en los laterales en el minuto 83. Por un momento, el público temió que el árbitro suspendiera el partido hasta que se restableciese, lo que habría supuesto un suplicio. La pobreza del juego y el frío incitaban a que aquello terminara cuanto antes. Y, por fortuna, así lo entendió Calvo Córdoba, que dejó que el balón siguiera rodando a media luz. Además, como los tableros electrónicos volvieron a funcionar, los últimos instantes se hicieron más cortos con su anuncio de los goles del Calderón. y la Creu Alta. Lo peor para los aficionados madridistas fue que, si el primero lo marcó la Real Sociedad, lo que algunos festejaron por ser contra el Atlético, los otros dos fueron del Sabadell.

El Castilla no respóndió ayer a las expectativas creadas en su derredor. Escarmentado en cabeza ajena, Zabalza, el entrenador navarro, se preocupó de retenerle lejos de Unzúe y de no cederle la iniciativa. Así, Osasuna mantuvo a Gómez, Robinson y Goicoechea en punta durante el primer período, lo que evitaba las subidas de León y Clemente, y, con superioridad numérica en el centro al adelantarse Bustingorri, dominó, aunque sin remate. Aun así, Clemente salvó un gol a tiro de Gómez cuando Canales había abandonado su área.

Del Bosque, el técnico del Castilla, introdujo una variante táctica en el segundo. Salmerón se situó en medio, ante Lee, y Aragón, a su derecha, le sustituyó frente a Bustingorri. Algo mejoró con ello el conjunto blanco, al menos en apariencia, porque Salmerón movió el esférico con más soltura e intención, como cuando lanzó por sorpresa una falta y dejó a Hurtado en ventaja, pero el relevista del apagado Vílchez no afinó la puntería. En de finitiva, ante el oficio del rojillo, las evoluciones del filial madridista carecían de sentido. El que los pllomos se fundieran sí lo tenía.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_