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El 4%

Los funcionarios trabajan sentados. Partamos de esa base. Pero no sentados en cualquier sitio, sino detrás de una mesa muy concreta. Esa mesa con archivadores, cajones, lápices, papel timbrado, expedientes, tampones y taza con restos de café apenas ha evolucionado desde que un día del siglo XVII los franceses la llamaron bureau. En abril de 1745, a eso del mediodía, alguien utilizó por vez primera la palabra burocracia para nombrar lo que se cometía en esos muebles. No todo funcionario es un burócrata, claro, pero la burocracia se alimenta de gentes sentadas en esas mesas. Un funcionario que trabaja de pie es menos funcionario que el de mesa, y sobre todo hay menos riesgo de que sea portador del virus burocrático.A mediados del siglo XIX, un novelista inglés observó que las personas que trabajan sentadas cobran más que las que trabajan de pie. Poco después, un filósofo alemán advirtió que no sólo cobran más, sino que trabajan menos y están subordinadas a una tercera clase de personas que ni trabaja sentada ni de pie, sino repantigada. Cuando las grandes revoluciones hubo un reparto de papeles. A un lado de la barricada, los que trabajaban sentados y los repantigados; en frente, los de a pie. Así quedó fijada la imagen del revolucionario: alguien que no se sienta jamás, que odia la burocracia, erguido, que canta himnos que hablan de ponerse en pie, de levantarse, de plantarse. Y para defender a los trabajadores verticales nacieron los sindicatos horizontales. Un siglo después, Redondo y Camacho anuncian un octubre rojo por no sé qué injusticia del 4% a los funcionarios. Amenazan con levantar de los bureaus a los sentados. Un momento. A los funcionarios hay que triplicarles el sueldo, claro, incluso renovarles las mesas. Lo novedoso es que nuestros sindicatos hayan cambiado de sujeto histórico por esa diferencia entre el 4% y el 5,5%, y ahora intenten la revolución otoñal con la sedente tropa burocrática. Es una hipótesis muy original, aunque suena menos a contradicción marxista que a sopa de ganso.

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