Lo humano y lo divino

Quizá porque de Miguel de Unamuno supo sacar las esencias y verterlas con exquisita sensibilidad a la pantalla en La tía Tula (un clásico y con justicia célebre filme del llamado nuevo cine español), de Miguel Picazo se esperaba mucho cuando se supo que era él quien adaptaría al cine Extramuros, la novela de Jesús Fernández Santos. Ahora hace exactamente dos años, la película se estrenó en nuestras salas comerciales y el recibimiento general fue frío, de decepción.Sin embargo, con todos los defectos que se le quieran imputar -lo que, al fin y al cabo, sólo nos dice que ésta no es una película perfecta-, Extramuros no es, ni de lejos, una obra desdeñable. El especial tacto de Picazo -un cineasta que no había dirigido para la pantalla grande desde casi 10 años antes, desde su estupenda. Los claros motivos del deseo- está presente en este retrato de un convento de clausura, a través de cuyas monjas y sus sórdidas relaciones se dibuja en la atmósfera la negra España de Felipe II, miserable y belicosa, dividida entre lo humano y lo divino sin que sea perceptible la frontera que los separa.

Tenebrosa fotografía

Retrato bellísimo y desasosegador, por tanto, cuyo mérito hay también que atribuir a un equipo técnico de altura; a, sobre todo, la adecuadamente tenebrosa fotografía de Teo Escamilla, y a un glorioso reparto de actores y actrices. En este capítulo último, lo que llegan a hacer en sus nada fáciles papeles Carmen Maura, Mercedes Sampietro, Aurora Bautista y Assumpta Serna hace recomendable la visión de Extramuros, una película densa, majestuosa -ese adjetivo que en el lenguaje popular se suele traducir por lenta-, imperfecta, como decíamos, pero sin lugar a dudas sólida. Eso sí, no para todos los paladares.Extramuros se emite hoy, a las 22.25, por TVE1.