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La 'tomatina' tiñó de rojo Buñol

40.000 kilos de tomates fueron lanzados sobre personas y edificios en la tradicional fiesta de la localidad valenciana

Las calles de Buñol (Valencia) se tiñeron ayer de rojo. Sus casi 10.000 habitantes y varios miles de forasteros se liaron a tomatazos desde las once de la mañana hasta la una de la tarde, en que se firmó el armisticio. Unos 40.000 kilos de tomates fueron lanzados con puntería y fuerza, y los asistentes utilizaron posteriormente duchas portátiles instaladas por el Ayuntamiento. Fue una nueva edición de la tomatina, que se celebra el último miércoles de cada mes de agosto, y que supone la cima de las fiestas de la localidad, que concluirán el próximo lunes.

El alcalde de Buñol, Joaquín Masmano (Izquierda Unida), y los concejales de la oposición solventaron algunos de sus contenciosos lanzándose certeros tomatazos. Masmano, de puntería aceptable, tiene declarado que "en plena batalla no hay cargos públicos que valgan". El alcalde explicó a este periódico que es muy difícil calcular la cifra de asistentes, "aunque está claro que había mucha gente, porque estábamos como prensados". Los partidarios de las dos bandas de música de la localidad, tradicionalmente enfrentados, aprovechan también la tomatina para hacer valer sus opiniones musicales. Vecinos y trabajadores municipales se encargaron de limpiar las calles y fachadas de la población después de la batalla.

La organización de esta fiesta ha costado alrededor de 700.000 pesetas, sufragadas por el Ayuntamiento y por los clavarios de san Luis Beltrán.

Cuatro camiones cargados de tomates pasan lentamente por las calles de Buñol y sirven de aprovisionamiento en la lucha. Es tradicional también que los contendientes destrocen las indumentararias de sus adversarios. Mangueras que no cesan de dirigir agua a los participantes refrescan el caldeado ambiente. El vino, degustado ávidamente tras la tomatina, volvió a caldear el ambiente.

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