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Eulalio Ferrer

Una combinación entre la publicidad y la cultura

Eulalio Ferrer, santanderino residente en México, ha publicado 17 libros de carácter profesional sobre publicidad y comunicación, algunos de los cuales se estudian en las universidades americanas y en la Complutense de Madrid. Está considerado como uno de los publicistas más importantes del mundo, y este mismo año ha abierto una filial de su empresa en Estados Unidos. Posee numerosas condecoraciones y títulos, entre ellos, la Orden al Mérito Civil, otorgada por el rey Juan Carlos.

A sus 67 años, Eulalio Ferrer dice: "Santander es la tierra que me hizo y México la tierra donde me he hecho yo". Su empresa, asentada en el país azteca, adonde acudió a los 19 años como exiliado, facturó en 1986 más de 2.000 millones de pesetas. Sin embargo, ha tenido que esperar 48 años para experimentar "una de las más grandes emociones de su vida". Fue cuando, a principios de julio pasado, el escritor Octavio Paz recogió en Santander el Premio Menéndez Pelayo ante la reina doña Soria. Este premio, dotado con cinco millones de pesetas, ha sido instituido por el propio Eulalio Ferrer.Cuando, procedente de Francia y de "una España bárbara", comenzó su exilio, este hijo de un tipógrafo abulense residente en Santander y seguidor de Pablo Iglesias, rememora que portaba una maleta de cartón conteniendo un traje y una manta, además de un macuto con los apuntes de su paso por los campos de concentración franceses envueltos entre dos mudas. Ni un solo peso en los bolsillos.

Tras un fugaz cultivo del periodismo, fundó en México Distrito Federal la revista comercial Mercurio, que insertaba anuncios publicitarios que él mismo contrataba y redactaba Dirigió después una agencia, Anuncios Modernos, hasta poner en marcha, en 1960, Publicidad Ferrer, que actualmente ocupa a 250 personas. Ahora compagina su actividad como empresario con la Fundación Cervantina, que en noviembre próximo se verá desposeída del Museo del Quijote para ofrendárselo, en nombre de los expatriados españoles, al país que les recibió. Ferrer asegura haber invertido en esta fascinante colección, a lo largo de los años, la mitad de sus ganancias y su patrimonio: 600 piezas iconográficas constituyen una de las visiones más vastas que pueden hacerse del Qujote.

El cultivo del arte, el placer por la pintura, la pasión por la lectura y las tertulias con los amigos de sus dos patrias entretienen ahora los ocios de este luchador. Pero, sobre todo, la afición a la escritura. Eulalio Ferrer acaba de redactar el prólogo de un libro de 600 páginas que recoge las notas que conservó tras su paso por los campos de concentración de Francia durante la II Guerra Mundial. Pasaje emocionante será posiblemente el relato de su encuentro fortuito, el 8 de febrero de 1939, en una plaza desértica de Port Vendres, con un compatriota histórico, Antonio Machado. El poeta español estaba entonces sentado en un banco, del brazo de su madre, ya octogenaria. "Los vi envueltos en una manta insuficiente", recuerda, "y él me miró en silencio, pero con elocuencia. No pude menos de dejarles mi capote militar".

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