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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La nube y el charco

LAS TROMBAS de agua suelen repetirse puntualmente cada mes de julio en muchas ciudades españolas, y cada año ocasionan en los núcleos urbanos inundanciones tan rápidas como la tormenta misma. Los daños no son viñedos o frutales, sino el comercio, el coche o la misma vivienda. Es la tormenta del ciudadano.El Ayuntamiento de Madrid, por ejemplo, se jacta de contar con el Plan de Saneamiento mejor de Europa. Se ha gastado 33.000 millones de pesetas, pero en algunos puntos no hay conexión de la red primaria y secundaria, con lo que de nada sirve que existan colectores importantes cerca cuando los sumideros de una barriada no han sido adaptados para tragar más agua. Lo mismo sucede en otras grandes ciudades como Barcelona -en general, en septiembre- o Alicante. Y son tan repetidas estas inundaciones que los fotógrafos locales saben a dónde acudir 30 minutos después de la tormenta para captar un coche flotando o a familias enteras achicando agua.

Los daños aumentan cuando alrededor de la ciudad crecen urbanizaciones ilegales situadas cerca de una vega o en la salida natural de un arroyo. Pero las urbanizaciones legales tampoco se salvan, porque en muchas ocasiones carecen de infraestructura en sí. Las consecuencias son coches arrastrados por una riada que no encuentra una salida y garajes y bajos en los que el agua alcanza los dos metros.

Después de la riada, las autoridades declaran públicamente que habrá que estudiar el tema de las alcantarillas, que se deberá ampliar la red, que tendrán que hacer algo. Lo que no se puede admitir es que año tras año, en el mismo lugar y a la misma hora, las ciudades se empantanen por media hora de lluvia continua. De no remediarlo pronto, los ciudadanos, como los aldeanos, deberán asegurar sus bienes para evitar el riesgo del pedrisco. Porque, al parecer, y según lo visto hasta ahora, los impuestos municipales son insuficientes para evitar que al coche, cuando no los enseres, se los lleve la riada.

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