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Crítica:'LA FAMILIA MUNSTER'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Papa 'punk'

Desde hace ya año y medio TVE repone, en el programa La bola de cristal, una vieja serie, La familia Munster, que ha recobrado una actualidad inusitada y convoca cada sábado por la mañana a un público joven que enciende el televisor apretándose aún la nuca con la palma de la mano. Parece que la reposición de esta serie -que estrenó la CBS en 1964- se debe a un interés personal de la cantante Alaska, quien, al parecer, comentó en algún bar de madrugada que era su serie favorita de niña y que se moría de ganas por volverla a ver.La familia Munster jamás aparecerá en los paneles de audiencia, TVE ni siquiera la reseña en sus boletines, y se incluye sin horario determinado en un programa infantil. Los Munster, a cuya cabeza, está Herman (Fred Gwynne), son una apacible familia cuya peripecia no se distingue de la del vecino de al lado. Herman cree que Lily, su mujer (Yvonne de Carlo), tiene una aventura fuera de casa. La sigue con cuidado, pero todo se resuelve felizmente: no es un flirt lo que vive con el dueño del restaurante, sino un empleo como adivina para ganar el dinero que ajusta el presupuesto familiar. El abuelo y Herman construyen un juguete para el pequeño Eddy. Nadie puede acercarse al cobertizo. Lily, presa de curiosidad, husmea por allí y queda colgada de un gancho. El abuelo dice: "¿La bajamos?", y Herman responde: "¿Tiramos otra vez?". Eddy se va a la cama, y su madre le recomienda que se ponga "la tapa más pesada". Marilyn, la sobrina -una atractiva rubia-, es compadecida por los Munster: "Pobrecilla, con esa pinta nunca va a encontrar novio". Todo ello con un dragón bajo la escalera al que de vez en cuando se echa de comer.

Aparte de su ingenua antigüedad, nada distingue las aventuras de los Munster de las que se relatan en cualquier telefilme norteamericano. Hoy, sin embargo, recobra otro interés. Han pasado muchas cosas desde que se filmara la serie, en los felices sesenta. El resumen del cine de terror que sustenta la serie ya no suscita la sorpresa y la sonrisa que causó en su día. No es difícil encontrar en la lavandería a alguna chica ataviada con un modelo que envidiaría Lily, y es posible que algún hijo de Herman te propine un pisotón en algún concierto. Para entender la vigencia de los Munster habría que dar un triple salto hacia atrás poniendo un pie en el punk y otro en la crisis económica y sus secuelas.

Distintos

No creo que el punk pueda calificarse de movimiento, sino más bien de estallido. Nadie lo personifica mejor que los Munster: Vivimos en la misma sociedad que usted, tenemos sus problemas e inquietudes, sólo que somos distintos. Es la vuelta a cierto malditismo, feísmo, una inyección de desesperación que se introduce en nuestra sociedad. Ya lo enunció un poeta harapiento cuando levantó la cabeza, vislumbró un par de siglos y escribió Las flores del mal. El punk, cuyo sentido era colocar a la sociedad en el momento que realmente vivía, fue un estallido que nació muerto al final de los setenta.Después de la serie de los Munster se puede ver a un chico con chaqueta larga y pantalón a ustado que anuncia las rebajas de unos almacenes, o las posibilidades punk del cabello de una adolescente gracias a un champú. Nos hemos tragado el detonante punk -que ilustran, inocentes, los Munster- sin digerirlo. Debemos darnos prisa. Hace ya más de 10 años que Sid Vicious, después de coser a navajazos a su novia en un sórdido hotel de Nueva York, murió por inyectarse una heroína demasiado pura.

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