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Mucho nervio

Recuperar un cierto cine febril de los años cincuenta es toda una necesidad. No sólo es hoy prácticamente inexistente, sino que, lo más importante, no ha perdido nada de su fuerza. Es un cine firmado por Robert Aldrich, Joseph H. Lewis, Don Siegel o el maestro Sam Fuller. Cine generalmente de bajo presupuesto, pero de mentes despejadas, de búfalos salvajes en estado de excitación. Impulso criminal, realizada en 1959 por Richard Fleischer a partir de una novela sin futuro de Meyer Levin, es un espléndido ejemplar de esa furia cinematográfica. Una historia policial con adolescentes por protagonistas y un enrevesado caso logístico por descifrar con, como dinosáurica coronación, un Orson Welles abogado, esta vez encarnadura de la honradez humana, es decir, lejos de su perenne ambigüedad. Acaso esa dimensión moral de su personaje contenga una retórica dañina que empaña el camino de la obra. Impulso criminal es una sólida obra construida sobre el nervio de sus protagonistas. Magníficos nervios los de sus dos jóvenes actores, Bradford Dillman y Dean Stockwell, nervios a punto de sobresalir de sus capaces anatómicos, capaces de ganar a Anthony Perkins en su terreno. Una película de gestos bruscos y áridas miradas, donde las caricias tienen forma de puñetazo y los vasos se rompen sobre la mesa.Impulso criminal se emite hoy a las 21.30 por TVE-2.

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