Uniforme de campaña
Los candidatos amontonan kilómetros, soportan tumultos y a veces hacen el ridículo, pero siempre sonríen
EL PAÍS, Los primeros espadas de los partidos están acostumbrados al cerco acorazado que levantan su escoltas y sus secretarias; se habituaron hace tiempo a que alguien les reserve una mesa en un restaurante de cinco estrellas, a viajar en un coche lujoso o en la primera clase de unas líneas aéreas. Pero ahora se desplazan en el autobús, incluso por carreteras comarcales y entre baches y circulación pesada; sonríen en los homenajes y miran al fotógrafo con gesto afable cuando se les junta un pesado y les toma del brazo. Firman en el menú, en la servilletas, en el programa electoral, y sufren como si celebrasen su propia boda tres veces al día.
Por eso no están en su ambiente, padecen y se equivocan.
Fernando Morán, candidato a eurodiputado, tiene buena estrella; porque la izquierda valenciana difícilmente habría perdonado a otro su lapsus. Durante todo un discurso, llamó "Reino de Valencia", a la Comunidad Valenciana. Los dirigentes socialistas -que en su día propugnaron la denominación "País Valenciano"- se afanaban en pasarle no tas para indicarle que lo del Rel no es un vocablo que defendieron sin éxito sectores políticos muy alejados ideológicamente de los socialistas. Al final, Morán acertó, el auditorio respiró y los aplausos se multiplicaron.
Otro tanto le ocurrió dirigente del PSOE Txiki Benegas, en Jaén. Para sufrimiento de sus compañeros, Benegas se obstinó en trastocar las vocales de Torreperojil. Una y otra vez, como si no hubiera otro pueblo en Jaén, repetía "Torreperejil". Un dirigente andaluz le musitaba, cabeza baja y labios apretados: "Torreperojil, la torre de Don Pedro Gil", acudiendo a la etimología del vocablo. Pero nada.
También recibe el perdón Carmen Romero, la esposa del presidente, que en pleno corazón de La Rioja comenzó su discurso: "Compañeras y compañeros de Zaragoza...".
Cazar ratones
Adolfo Suárez, presidente del CDS, termina sus discursos en cada sitio recordando un proverbio que se trajo de China el presidente González: "Gato negro o gato pardo, lo importante es que cace ratones". Suárez critica esta filosofía y ofrece otro proverbio a cambio: "Si nos engañas una vez, qué vergüenza para ti; si nos engañas dos, qué vergüenza para quienes te lo consentimos". Pero en Llanes (Asturias) un ratón aparece entre el público, cuando a Suárez aún le quedaba discurso, y siembra el pánico entre algunas señoras. El ex presidente aprovecha para construir entonces sus silogismos a cuenta de los gatos negros o pardos, y crea una gran admiración como presunto improvisador. Lo malo es que se quedó sin broche de lujo para concluir su disertación.
La veintena de periodistas que le acompaña en el autobús de dos pisos bromea con la anécdota. Ya había levantado el ambiente jocoso el candidato Eduardo Punset al preguntar quién le había enviado dos desayunos a su habitación del hotel cuando en realidad estaba durmiendo solo. Los periodistas sospecharon que el culpable fue Adolfo Suárez.
Los informadores que siguen al CDS hacen los viajes más o menos cómodos y eso da buen humor. Al contrario que los periodistas de la caravana de Izquierda Unida.
Una vetusta furgoneta Ford Transit roja les traslada por media España. Tal sistema de transporte fue inmediatamente bautizado como la cacaúve; y ese mismo nombre fue el empleado por Iglesias en un mitin en Valladolid para demostrar la precariedad de medios de los comunistas "mientras Morán, que es del partido de los pobres, viaja en avioneta". La segunda denominación que los informadores dieron al vehículo -Kamasutra, porque se han probado todas las posturas... para descansar- aún no ha sido empleada electoralmente por el secretario general del PCE.
La campaña da lugar a estos hechos inhabituales. Como en Zamora. A la hora de la comida, un salón albergaba su boda y otro contiguo daba asiento a cientos de militantes centristas reunidos con su presidente. Los periodistas brindaron la idea: si Suárez besa a la novia, vaya foto. Los asesores sondean el terreno, y resulta que el padre de la novia es de Alianza Popular. No hay foto. Nada de líos en campaña.
Ya en Ponferrada es otra cosa. Vuelven a coincidir el banquete con candidato y el festival con novios. (Los novios son otros, claro está; y el suegro también). Esta vez la novia se decide y pasa de un salón a otro con garbo y prestancia para retratarse con el ex presidente. También llega la tuna, con otros propósitos: interpretan unos cánticos y pasan el pandero. Sacan unos miles, no vaya a parecer que en el partido esta vez no hay créditos. Suárez toma la pandereta, se entusiasma, golpea con fuerza y se causa un cardenal en el dedo.
Es un período donde los candidatos están dispuestos a todo. Aunque a veces les salgan el genio y la figura. Fraga firmaba autógrafos en Orense con gran paciencia hasta que descubrió que una señora le reclamaba una firma 15 minutos, después de haber obtenido ya una. La señora quedó sin el segundo autógrafo.
Pero lo normal es sufrir. Como en Salamanca, con el chaparrón aquél. Los candidatos resistieron porque resistían los 2.500 fieles. Sólo hubo paraguas para la candidata Carmen Diez de Rivera, ataviada con un pañuelo que le cubría la cabeza y los oídos, las solapas vueltas sobre el cuello y a falta solamente del horno de las castañas y el bolso de cuero para dar los cambios. Suárez rechazó el paraguas que le ofrecían. Fue presidente del Gobierno, tuvo cocineros particulares, cine particular, palacio particular, pero ahora el agua le empapa el pelo, le resbala por las mejillas, se le mete por la parte de atrás del cuello, y le deja la cazadora hecha una esponja. Todo cambia en campaña.
A Suárez le dolerá el dedo de arrear la pandereta; a otros les duelen los lapsus. A todos les pesa la falta de sueño y cada cual se acostumbra como puede a tanta penosidad. Pero los candidatos son felices. Han notado su tirón popular, les han ocurrido muchas anécdotas y han visto qué buena es la gente.
Seguro que lo recordarán luego cuando estén cómodamente en sus despachos.
Información elaborada por Alex Grijelmo, Anabel Díez, Javier Rivas y Juan G. Ibáñez.
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