El sueño de los independentistas escoceses
"Solamente con la independencia podrá Escocia recuperarse del salvaje abandono que ha sufrido por parte del Gobierno de Londres. Ha llegado la hora de jugar la carta de Escocia". Las palabras pertenecen a un discurso pronunciado el jueves por Gordon Wilson, líder de los nacionalistas escoceses, ante una enardecida audiencia de unos 500 partidarios, congregada en el Pleasance Theatre, de la universidad de Edimburgo, y resumen la aspiración máxima del Partido Nacional Escocés (SNP): la separación del Escocia del Reino Unido.
La escena parecía arrancada de una obra romántica del siglo XIX. Wilson, abogado y ex rector de la universidad de Dundee defendía con apasionamiento propio de un personaje de Víctor Hugo, en un teatro utilizado para poner en escena obras de ensayo por parte del sindicato de estudiantes local, una causa de momento con poco futuro en la Europa comunitaria: la desmembración de uno de sus Estados.El SNP aspira, en declaraciones hechas a EL PAÍS por su jefe de prensa, Chris McLean, a "una separación amistosa" de Escocia del resto de Gran Bretaña, tal y como ocurrió en 1905 entre Suecia y Noruega.
"Estamos a favor de la pertenencia a las Naciones Unidas, a la Commonwealth y a la Comunidad Europea. Y a favor de la desnuclearización total del territorio escocés, donde se encuentra la base de submarinos nucleares de Holly Loch", afirma McLean.
En cuanto a la monarquía, ésta sería mantenida con la Reina como jefe del Estado, de la misma forma que ocurre en la actualidad con Canadá, Australia y Nueva Zelanda.
Como recordaría más tarde Wilson ante sus seguidores, Escocia tiene las mismas características que otros países europeos pequeños, como Noruega, Suiza, Suecia y Austria, y, como ellos, podría tener una vida independiente propia.
El resurgimiento del nacionalismo se produjo en la década de los setenta y coincidió con la explotación del petróleo del mar del Norte. El SNP consiguió en 1974 alcanzar la cifra de 11 diputados. Sin embargo, la derrota de la autonomía en un referéndum en 1979 -los síes alcanzaron sólo el 33% en Escocia y el 12% en Gales, cuando el Gobierno había establecido el listón del 40%-, hizo que los nacionalistas bajaran a tres diputados en 1970 y a dos en 1983. Su objetivo ahora es pasar de dos a siete, una aspiración dificil de lograr.
Escocia es terreno abonado para el Partido Laborista desde que arrancó el predominio a los conservadores en 1955. En la actualidad los laboristas cuentan con 41 de los 72 diputados, frente a 21 los conservadores, ocho la Alianza Liberal Socialdemócrata y los dos nacionalistas. Las causas de este predominio laborista se deben, en opinión de Pauline Bruce, del departamento de investigación del Partido Conservador escocés, al envenenamiento del problema de Irlanda del Norte, que ha provocado el alejamiento de los conservadores de la población trabajadora católica de la zona metropolitana de Glasgow, a lo que hay que añadir la recesión primero y la reestructuración, después, de las industrias básicas tradicionales de Escocia, siderurgia, construcción naval y minería.
La última encuesta publicada en el periódico The Scotsman da a los laboristas el 43% de la intención de voto, el 25% a los conservadores, el 18% a la Alianza y el 14% a los nacionalistas. Lo que supone que el 86% de los escoceses está dispuesto a votar a partidos opuestos a la separación de Escocia del resto del Reino Unido.
De los partidos nacionales, laboristas y aliancistas están a favor de una Asamblea regional para Escocia, una actitud curiosa en el caso laborista, cuyo líder, Neil Kinnock, se opone tenazmente a favorecer una medida similar para su Gales nativo. Los conservadores se oponen y aducen para ellos que una Asamblea supone "más burocracia, menos efectividad y más impuestos".
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