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Laboristas y nacionalistas malteses se enzarzan en una agria campana electoral

La sospecha se ha adueñado de la campaña para las elecciones legislativas del próximo sábado en Malta. En ausencia de diferencias profundas entre los programas, los laboristas (en el poder desde hace 16 años) y los nacionalistas han convertido la batalla por los votos en un agrio intercambio de acusaciones que esporádicamente hace aflorar una planta indeseable: la violencia.

Se llega a decir que están en juego la libertad y la democracia, pero lo único seguro es que se lucha por una mayoría parlamentaria que, como hace cinco años y medio, se decidirá muy probablemente por un puñado de votos.En diciembre de 1981, Malta vivió su más grave crisis política desde la consecución de su independencia, en 1964. El Partido Nacionalista (PN), que obtuvo el 50,92% de los votos, tuvo que conformarse con 31 de los 65 escaños de la Asamblea, frente a los 34 del Partido Laborista (PL), que, sin embargo, sólo logró el 49,1%.

La pírrica victoria gubernamental, a la que contribuyó una reciente reforma, de los distritos electorales, provocó el abandono temporal de la Cámara por los nacionalistas y, según una opinión bastante extendida, no fue ajena a la dimisión, tres años después, del carismático líder laborista, Dom Mintoff.Una reforma constitucional, aprobada en febrero de este año, impide que la situación vuelva a repetirse. El partido que tenga la mitad más uno de los votos logrará automáticamente la mayoría parlamentaria, aunque tenga que cooptar alguno de los escaños del partido perdedor. Para los nacionalistas, aquello no es agua pasada. No pierden ocasión de sacarlo a relucir como supuesta prueba del perfil antidemocrático de su rival.El sucesor de Mintoff, Carmelo Miflud Bonnici, de 53 años, es un hombre de talante conciliador y moderado en lo personal, que, sin embargo, no ha dudado, como su oponente, en bajar a la arena de la querella interminable. Con Mifsud, Malta ha acentuado su perfil occidental, sin por ello renunciar a unas fuertes relaciones con países como la Unión Soviética, Libia, Corea del Norte y China. Es dificil encontrar un maltés que no sea pragmático, y Mifsud no es una excepción. La principal batalla económica planteada en la isla es la de abrir nuevos mercados. El color político de los socios comerciales apenas si importa. Y además Malta es un país que ya ha incorporado la neutralidad a la Constitución.

Pragmatismo gubernamental

Ni siquiera los nacionalistas cuestionan abiertamente este pragmatismo del Gobierno, y pocos dudan de que, si se hacen con el poder, cambiarán el perfil, pero no el retrato. Los dos bloques saben que lo que importa de Malta no es controlarla, sino evitar que la otra parte lo haga. Pero también es cierto que una victoria de la oposición vería florecer una bandera ahora marchita (la de Estados Unidos) y apagaría un tanto la llama de los países socialistas y de Libia, enemigo número uno de Washington y estrecho aliado comercial e incluso político de Malta. Reagan tiene clavada muy honda la espina del aviso que La Valetta dio a Muammar el Gaddafi del acercamiento de los aviones que en abril de 1986 bombardearon Trípoli y Bengasi.Pero, a pesar del pragmatismo, la batalla, en las palabras y en la calle, es muy agria, una ininterrumpida sucesión de disputas y querellas que, sin embargo, cuesta creer que amenace un sistema democrático diseñado, y bien, por los británicos.La oposición acusa al Gobierno de utilizar a la policía y las fuerzas antidisturbios como una guardia pretoriana privada. En la campaña ha habido algunos incidentes graves, con heridos incluso de bala, y en noviembre un militante del PN murió al ser ametrallado un local del partido. El PN ya tiene marcado un objetivo prioritario para el caso de que se haga con el poder: cambiar a fondo la estructura y mandos de la policía.

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