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"Pelotón: vista a la izquierda"

Enrique Gil Calvo

A veces puede resultar conveniente considerar a Hollywood como un perfecto termómetro capaz de registrar con toda sensibilidad los cambios de temperatura moral exhibidos por la ciudadanía norteamericana: al fin y al cabo, y si quiere hacer buenos negocios, Ja industria del cine ha de seguir los vaivenes del gusto preferido por la audiencia, aunque no los comparta. ¿Qué significa, en este sentido, el triunfo de Pelotón en la ceremonia de los oscars? No es, claro está, que la Academia se haya vuelto antibelicista- ella hubiera preferido votar Rambo o cualquier otra basura parecida. Lo que ha sucedido, en contra de lo que no hace tanto se esperaba, es que, de pronto, la ciudadanía norteamericana, como demuestra su apoyo masivo a Platoon en las taquillas, ha iniciado un giro mortal de 180 grados, desde aquel aciago patrioterisrno de pacotilla, hacia una nueva redefinición de su pertenencia colectiva.Con idéntica fecha que la ceremonia de los oscars se ponía a la venta el último número de la revista Time. Como tema de portada figura un reportaje, de obligada lectura, titulado Cambio de clima: el programa de Norteamérica para después de Reagan. La tesis principal consiste en registrar un profundo cambio en la sensibilidad cívica de los norteamericanos, que, tras más de una década sometidos al imperio de la privacidad individualista, parecen entrar en una nueva definición moral de la realidad política, mucho más humanista, solidaria y progresiva. Entre los valores hasta hace poco defendidos, pero hoy francamente en decadencia, se hallan el rechazo al intervencionismo estatal, el recorte a los programas asistenciales del Estado del bienestar, la adoración por los grandes negocios de las grandes empresas y el incremento de los programas de investigación tecnológica, espacial y militar. Frente a ello, los valores que hoy gozan de mayor aceptación popular se encuentran en las antípodas: aceptación del intervencionismo estatal en lo tocante a su papel asistencial; apoyo al incremento de las partidas presupuestarias destinadas a programas sociales (salud, pobreza, educación, vivienda, entorno, etcétera), incluso a costa de soportar mayor presión fiscal; claro rechazo al incremento del gasto militar y espacial, fuerte desaprobación por los escándalos de la bolsa y las maniobras especulativas de las grandes empresas, etcétera.

No se trata, claro está, de un regreso acrítico al derroche inflacionista de las políticas keynesianas de subvención generalizada. Pero sí de corregir desde el Estado las excesivas desigualdades que produce el sistema capitalista: pobreza, desarraigo, discriminación, marginalidad. Y hacerlo no como subvención a fondo perdido, sino como ayuda destinada a erradicar la situación de necesidad.

El énfasis sobre el que redefinir el futuro Estado neokeynesiano se pone en el concepto de ayuda severa (tough compassion): una especie de beneficencia agresiva encaminada a terminar con las dependencias y a lograr que la gente pueda llegar a hacerse autosuficiente y capaz de ayudarse a sí misma.

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En suma, concluye el reportaje, los norteamericanos están listos para el próximo ciclo de su historia, preparados para un nuevo período de activismo y cambio social: la generación del baby boom, que se formó durante la era (le Vietnam, se dispone a tomar 'las riendas. ¿Cómo explicar este cambio de clima moral? La revista recurre a los argumentos contenidos en The cycles of history, último libro del ex asesor kennesiano Schlesinger. La tradición política norteamericana oscilaría entre dos polos pendularmente contrapuestos, el de los intereses privados frente al de las virtudes públicas, inspirando cada uno de los cuales etapas generacionales cíclicamente alternativas. Así, cada 15 años más o menos, se producen los cambios de tendencia: a los períodos de individualismo egoísta, favorecedores del espíritu, del capitalismo (los años veinte, los años cincuenta, los ochenta), les suceden los períodos de colectivismo altruista, favorecedores de! espíritu del progresismo humanista (el new deal, la nueva frontera, la gran sociedad), y viceversa. Esta sucesión cíclica, para Schlesinger, se debe a la socialización diferencal que recibe cada generación que accede al poder; así, la generación que tomó el poder con el kennedismo había sido socializada durante la era de Roosevelt; la que tomó el poder con el reaganismo (los yuppíes) fue socializada durante la caza de brujas y la guerra Cría, y la que tomará el poder en la próxima década (los babyboomers) ha sido ya socializada durante la era kennesiana bajo ideales de humanismo, progreso y solidaridad.

Cabe dudar que la sola fuerza moral de los valores asumidos durante la etapa socializadora pueda más que la fuerza material de las circunstancias socioeconómicas determinantes de las oportunidades vitales que cerraron dicha etapa socializadora. En mi opinión, estos cielos de Schlesinger no son más que el reflejo ideológico de ciclos estructurales, tanto demográficos (cielos de Easterlin, que yo he analizado en mis publicaciones) como económicos (ciclos de Kondratiev-Schumpeter) y polít cos (ciclos de Mandel- Screpanti).

Parece cierto, en todo caso, que 1990 significa para EE UU un cambio de tendencia y una sustitución de generaciones dirigentes, por lo que los escasos yuppies habrán de dejar su lugar a los abundantes babyboomers.

Aunque nada más fuera por su elasticidad (rapidez con que reaccionan y modifican su conducta para adaptarse al cambio social), habría que envidiar a los yanquies, pues esa virtud no abunda por estas tierras: aquí nos pesa tanto la inercia que cuando logramos reaccionar resulta ya demasiado tarde. Piénsese en la moción de censura interpuesta por la derecha: justo cuando estaba en la calle el reportaje de Time, certificando la muerte por asfixia de la revolución reaganómica, el portavoz de la derecha confluiría en el Congreso la modernidad con la reaganomía. Pero, la izquierda socialista no parece mucho más elástica. Empeñ2rse en mantener contra viento y marea una política de ajuste con la tasa de ocupación más baja de Europa resulta suicida. El problema español es el de la infrautilización de recursos humanos que permanecen dependientes, inactivos Y desocupados: jóvenes tardíos, amas de casa desanimadas, jubilados anticipados. Pero para crear cinco millones de empleos como los que se precisan en España hacen falta políticas neokeynesianas como las que se van a poner de moda en EE UU tras la quiebra reaganómica. Cabe dudar que nos permita virar a tiempo la inercia.

Otro problema es quién lo hará. La sustitución de generaciones dirigentes no ha podido producirse en España de forma continua y ordenada, pues la agonía franquista introdujo una quiebra distorsionadora. Hasta 1975 se mantuvo en el poder una generación dirigente excesivamente envejecida, que desde 1975 se ve bruscamente sustituida por otra generación excesivamente rejuvenecida y que, por tanto, se eternizará en el poder: hasta tanto se jubilen, los escasos yuppies impedirán el paso al pelotón de babyboomers, conflictivos por sobreabundantes.

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