La huelga general, un arma de doble filo
El autor opina que la decisión de Comisiones Obreras de no apoyar la convocatoria de la huelga general, al margen de lecturas anecdóticas y contradictorias de sus protagonistas, es el triunfo del sentido común sindical frente a concepciones simplistas del momento social, que es un hervidero de reivindicaciones sectoriales.
Por primera vez desde la victoria electoral de 1982 de los socialistas, surgen voces críticas a la política económica del Gobierno desde el propio seno de la familia socialista. ¿Desde qué sector? Desde el más cercano a la sociedad civil: el sindicalismo. Calibrar hasta qué punto esas voces críticas son producto de una reflexión profunda o de una lectura de los resultados de las elecciones sindicales es una incógnita.Este año no habrá concertación. Es más, en los sindicatos se ha podido apreciar que hay una valoración negativa del balance de la concertación en la España democrática. Incluso en el debate del Estado de la nación el propio Felipe González puso en duda la eficacia de las concertaciones. Eso sí, las anteriores a la llegada al poder de los socialistas.
Admitido que más vale un desacuerdo que un mal acuerdo, la teorización del fin de la concertación social como un síntoma de normalización de la vida económica y sindical de este país, ¿no supone a la vez el abandono de una teoría de la solidaridad? No sería positivo que el resultado de las elecciones sindicales introdujese a los sindicatos en el camino de la interiorización dentro de las capas de asalariados que les votaron, excluyendo a la Administración pública y a la población en paro. Las movilizaciones y las negociaciones tendrán unos protagonistas y unos espectadores. Los protagonistas serán los trabajadores con empleo cuyo salario no viene regulado por los Presupuestos del Estado. Los espectadores, todos los demás.
Al margen de definiciones
ideológicas, hoy los sindicatos tienen idénticos problemas. Cuentan con menos delegados con escasa o nula experiencia sindical y bajo nivel de aplicación, y están enfrentados a una realidad cambiante acelerada en la estructura industrial. Las coincidencias en el análisis de la política económica del Gobierno debieron facilitar la unidad de acción Y el intercambio de reflexiones sobre cómo abordar desde una perspectiva sindical unitaria la salida o la permanencia en la crisis económica.
Hay algo que lo dificulta. La relación de la UGT con el partido vencedor en las elecciones y la relación de CC 00 con partidos de izquierda que no son el PSOE, los más importantes de los cuales son el PCE y el PSUC. Asimismo, hay un gran número de trabajadores del ámbito sindical de CC OO que votaron al partido del Gobierno no hace más de un año.
El 'síndrome estudiantil'
Además, existe el síndrome del movimiento estudiantil, cuya espectacularidad y masividad podría haber llevado a la tentación de intentar hacer lo propio con el movimiento sindical, para acabar negociando con el ministro de Economía con la fuerza de esa movilización en la calle. 0 intentar repetir la experiencia del 20 de junio. El problema es, que tanto las pensiones como el movimiento estudiantil eran reivindicaciones que tenían carácter universal. Un estudiante de enseñanza media de un barrio de Barcelona tiene características idénticas al de uno de Madrid o de Segovia, y todos estamos condenados, en mayor o menor plazo, a ser pensionistas.
Por otro lado, no cabe olvidar que no es lo mismo la opción de un estudiante de perder horas lectivas a la de un trabajador que ha de optar por perder una remuneración. Hacer esta elección significa tener muy claro cuáles son las mejoras que puede conseguir. El objetivo de condenar a secas la política económica del Gobierno hubiera sido testimonialismo de escasa eficacia, por el que podría pagar un alto precio el movimiento obrero.
Existe malestar social hoy en España. Un malestar que se percibe, aunque no salga en las estadísticias de nuestros parlamentarios, que parecen haber sustituido el debate de las ideas por el debate de porcentajes. Concretar ese malestar social en una huelga general de piñón fijo habría sido hacer un favor a la supuesta popularidad de la derecha, porque ningún partido a la izquierda del PSOE es hoy capaz de llevar con fuerza al seno de la sociedad civil o al Parlamento la idea de que la disminución de ese malestar o el aumento del bienestar pasa por apoyar su opción política alternativa.
Reconocer ese hecho evidente no significa renunciar al crecimiento electoral ni a la movilización política o sindical. Pero queda demostrado que los trabajadores utilizan distinto rasero a la hora de elegir una opción sindical y una opción política. Cambiar esa tendencia, como forma de incidir en la toma de decisiones y hegemonía en la izquierda, es un problema de adecuación imaginativa y pacienzuda de la izquierda minoritaria para que la sociedad se vea representada por ella con la misma intensidad que se encuentra representada en el marco laboral por el sindicato que esa izquierda apoya.
Una huelga general en España no concebida como la convergencia de la acción y reflexión del .conjunto de los trabajadores, sino como una consigna unilateral, hubiera crispado la dinámica específica de la negociación colectiva y creado tensiones añadidas en los dos sindicatos mayoritarios, que por primera vez en mucho tiempo están coincidiendo en el diagnóstico, a la vez que soldaría resquebrajamientos en la patronal.
Los sindicatos han de transmitir una cultura con participación, transformación y solidaridad, pero no deben ser instrumento de intereses electorales de ninguna fuerza política, mayoritaria o minoritaria, sino defensores de los intereses de los trabajadores. ¿Es posible hoy la unidad de acción entre Comisiones y UGT a partir de acuerdos concretos que sean suscribibles por la gran mayoría de los trabajadores? Ello daría credibilidad sindical al ciudadano, demostrando que hay intereses colectivos que están por encima de disputas.
CCOO ha conseguido unos resultados sindicales para afrontar con optimismo los desafios del futuro. En el presente debe de elegir entre dos opciones: intentar el recorrido hacia la convergencia de la acción sindical o lanzarse en solitario hacia la aventura de la radicalidad. Al día siguiente del día D, en los centros de trabajo la pregunta sería: %Y ahora qué?". Como no se posee la respuesta, ha sido mejor no dar ocasión a la pregunta.
es miembro del Comité Central del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.