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El Real Madrid, semifinalista

Luis Gómez

El Real Madrid no se jugaba el título; no, se jugaba el fracaso. El Estudiantes no dominó nunca el partido pero sí dominó el drama. El Madrid cosechó 16 rebotes más que su rival, pero ganó sólo por 12 tantos. Era el salario del miedo. El Madrid llegó a tener 24 tantos de ventaja en la primera mitad y 28 en la segunda, para llegar, tras un parcial de 23-6 favorable.al conjunto estudiantil, a un dramático 89-79 a falta de 3.30 minutos. ¿Había pasado algo sustancial, alguna bruja, alguna maldición, una maldita y retorcida y aguda decisión táctica?. No. Solo fue que el Estudiantes, con hombres frescos, sin pedigree, sin pecado, actuó decidido y el Madrid no podía resistir demasiado a un rival clarividente o simplemente dispuesto.Ninguna novedad alteró el comienzo del partido, con Rodríguez insistiendo en su marcaje sobre Spriggs. El Madrid apuró su defensa, forzó el rebote y trató de marcar el tiempo del partido.

Nadie quiso cometer un descuido, ni siquiera Lolo Sáinz, más atento a los cambios y al banquillo que otras veces. Con 47-21 a favor, nadie podía dar un duro por el Estudiantes, máxime cuando Russell se sentaba en el banquillo.

Pero Garrido tomó una decisión acertadísima: usar gente fresca, Antúnez, Coll, Rementería y dejar a Gil, Russell y hasta Pinone en el banquillo. Garrido buscó algo muy sencillo: gente lista para seguir luchando porque había adivinado el sentimiento trágico con que jugaba el Madrid, su tensión, sólo aliviada en las acciones de Branson, el más seguro, y en la paciencia de Corbalán. El Madrid alcanzó 28 tantos de ventaja (89-77), pero no tenía ganado el partido. Garrido pedía, una y otra vez, que sus huestes insistieran en la lucha, que hurgaran en el rival.

Tras este tanteo pudo pensarse que el Madrid bajaba un poco la guardia para expulsar su tensión. Pero, en cuanto soltó las amarras, el equipo se fue a pique, desapareció la defensa, el orden, los sistemas de ataque y hasta el rebote. El Madrid estaba roto y Antúnez y Coll y ahora Russell, la mente clara, despierta disposición, ánimo resolutivo y ganas de ir para alante, acortaron tajantemente. Era el tercer acto, el último, y el Madrid no había resuelto su miedo. ¿Por qué?, porque muchos de sus jugadores no conocían el fracaso, la miserable condición del mediocre, el aplauso caritativo. Con el Estudiantes han vivido en el purgatorio viendo las puertas del infierno.

El sábado, el Barcelona, en semifinales, en el Palau Blaugrana, eliminatoria a cinco partidos. Pero esa es otra historia. No es neorrealismo, es la película de siempre, con los guiones de siempre, en interiores. Con el Estudiantes, neorrealismo puro, vieron la calle de cerca.

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